lunes, 19 de julio de 2010

Perros de nadie: Obra de Esteban Valentino

Perros de nadie

Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)

El sol salía sobre la Villa. El lugar no tenía nombre y en general no les parecía mal a los que lo habitaban. Estaba bien el número. Le quitaba categoría de espacio habitable. La Villa era una cifra y a través de ella se distribuían como sombras los seres que la ocupaban. La Villa amanecía también, como el sol, muy temprano. Y amanecía con ruidos, con puertas de madera que se abrían, con motores de camionetas viejas que tosían entre las calles de tierra, con repartos para los almacenes del barrio.

Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)Muchos perros en la Villa. Perros de nadie, de esos que caminan sin otro rumbo que su olfato hacia los cerros de basura que se amontonan en algunas esquinas. Los perros acompañan a la gente, corren a las bicicletas ladrando y hurgan con paciencia y poca suerte. Buscan comida pero nunca sobra mucho. Encontrar algo tampoco garantiza alimento para el día. Antes de poder masticar en paz, el perro afortunado debe defender a punta de colmillo su bocado ante sus compañeros de búsqueda. Sólo después de haber desgarrado un par de pieles ajenas podrá caminar hacia alguna sombra amable y morder a gusto, siempre sin quitar la vista del resto de la jauría. Dicen por allí que el sol sale para todos y tal vez no está mal eso que dicen por allí, pero nadie ignora que si es cierto que menos los muertos todos amanecemos, esos perros de polvo amanecen menos. Perros flacos los de la Villa, desconfiados, ignorantes en caricias, perros feos. Perros.

La Villa sin nombre, la del número, tiene muchas casas de lata y también tiene muchas casas de ladrillo, tiene calles angostas con gente y bicicletas y calles más anchas con gente y algunos autos. Las puertas dan a las calles angostas. Por esas puertas salen la gente y las bicicletas, algunos perros, perros de alguien, baldazos de agua con jabón. Por una de esas puertas sale Bardo todos los días. Hace tiempo tenía nombre y apellido pero a la Villa le gusta alejarse de esos temas de documentos y papeles oficiales. Ahora Bardo es Bardo para todos, hasta para los que lo bautizaron con aquellos nombres de papel. Un pibe. Séptimo grado. Trece años. Bardo.

Por una de esas pueras salió Bardo esa mañana en que el sol se asomaba sobre la villa del número. Bardo caminó hasta la salida del barrio, hasta la avenida, y tomó el colectivo que lo dejaba a dos cuadras de su escuela.

—Un escolar —pidió, y diez centavos más tarde tenía su viaje en la mano.

Bajó donde siempre y caminó. Pero a la escuela la edificaron dos cuadras para allá y Bardo dirigió su cuerpo lleno de guardapolvo dos cuadras para acá. Es decir, Bardo salió de su casa como quien va para clase y ahora parece que cambió de idea. Aunque tal vez él ya tenía decidido caminar para acá y entonces lo que en realidad hizo fue mantener la idea que tenía al salir. ¿Es importante el detalle? Sí, porque sirve para describir a Bardo. Una cosa es que sea un pibe que hoy dice esto y mañana hace aquello y además tampoco es lo mismo que mienta en su casa a que resuelva cambiar de dirección una vez en la calle. Los que lo conocen a Bardo dijeron después, cuando ya había pasado todo, que va al frente y que seguro ya tenía pensado ir para acá cuando salió por aquella puerta de la que hablamos dos párrafos más arriba. Ahora, ¿dónde es acá? O mejor dicho, ¿qué es acá?

Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)Acá es un lugar de reunión, una plaza bastante descuidada, con hamacas rotas y toboganes de tablones podridos, que los chicos más chicos del lugar olvidaron hace rato y que los grandes dejaron reservado como cancha alternativa para picados de fin de semana. Pero ese día es martes, así que no hay ni chicos más chicos ni grandes. Hay algunos pibes de más o menos la edad de Bardo y hay Bardo, que ya llegó.

—¿Alguien trajo fasos? —preguntó.

—Yo, tomá —dijo otro.

Los compañeros de Bardo también tienen nombres que no figuran en el papel pero preferimos que se mantengan anónimos porque no tienen mayor importancia para la historia y porque además estos chicos prefieren que sus nombres no aparezcan publicados. Han aprendido que la ignorancia de los demás es buena para ellos. De modo que siempre que alguno deba actuar habrá que recurrir a palabras como "Otro" (que ya usamos), "Uno más", "El más alto", "El pelado". La reunión ya empezó y aunque todos son alumnos de distintas escuelas de la zona y han resuelto juntarse en horas —deberíamos decir— lectivas, la charla no tiene nada que ver con el mundo académico. El lenguaje usado es complicado para los que no somos miembros del grupo pero parece evidente que están planeando algo alejado de las convenciones legales, tal vez un robo.

—Entonces la cosa es así —decía uno—. La casa va a estar vacía hoy a la noche. Los tipos tienen una fiesta y se van a rajar temprano. A las nueve podemos entrar sin problemas. Afanamos rápido lo que encontramos y nos piramos.

—¿Dónde nos juntamos? —le preguntó otro.

—En la esquina de la pizzería. De allí nos vamos de a dos hasta la casa y nos mandamos. Si hay quilombo nos vemos aquí.

El que habla podría pasar por el líder pero en realiad es apenas el vocero. Quien planeó todo y que ahora no abre la boca porque ya dijo lo que tenía que decir cuando averiguó que esa casa iba a quedar sola por unas horas y armó el proyecto es Bardo. En el momento en que su lugarteniente informa a los demás sobre lo que se va a hacer esa noche, mira a su pequeño ejército y se queda conforme. Ninguno arruga. Tipos de confiar. Pibes hechos. Pibes.

El plan ya fue explicado por ese que nombramos como "Uno". Pero no estarán de más algunas aclaraciones. La idea del grupo es ubicar aparatos electrónicos más o menos llevables como alguna videograbadora, algún discman, pero sobre todo dinero. Tendrán una buena cantidad de tiempo hasta la llegada de los dueños y entonces podrán buscar sin problemas. Conocen los escondites más habituales. Los dueños son parecidos en todos lados. La variante que fue definida como "si hay quilombo" es poco clara pero ya demostró ser efectiva en otras noches similares a la que se acerca. Básicamente consiste en correr por donde se pueda, incluyendo los techos de las casa vecinas, hasta perder de vista a los posibles perseguidores y reencontarse en la plaza en la que todavía están ellos estudiando los últimos detalles y nosotros porque no tenemos más remedio que seguir sus pasos si queremos tener alguna posibilidad de conocer cómo termina esta historia.

Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)

El tiempo pasó como todos los días. El regreso a casa desde un presumible colegio, el almuerzo con el silencio de Bardo que a nadie llamó la atención porque él es un chico más bien callado, los planes de la madre para ir a visitar a su hijo mayor a la cárcel, la tarde caminando por las calles angostas y por las calles anchas de la Villa, un partidito en la cancha de tierra de las vías. Nada distinto de lo habitual. Días parecidos en la Villa, días de siempreafuera.

El encuentro en la pizzería fue apenas el necesario para saberse juntos y saberse todos. Por ahora no había ni para una porción. Después se vería. Después, si todo salía bien. Hicieron el recuento de lo que se necesita para entrar a una casa que no fuera la propia y no faltaba nada. Ya habían analizado la cerradura principal y no ofrecía ninguna dificultad. En ese aspecto el Pelado era un mago, resultado de su aprendizaje con un cerrajero de autos amigo suyo. Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)El más alto, que era también el más grande y el que metía más miedo, era el único armado. Un 22 corto. "Por si acaso", dijo Bardo. Caminaron hasta la casa en grupos de a dos. Lógicamente, los primeros en llegar fueron el Pelado y otro, que no es el mismo "otro" que apareció ya en este relato. Se trata, pues de otro "otro". Luego, cuando el Pelado realizó su trabajo con la eficacia que acostumbraba, es decir, cuando la puerta ya no representaba ningún obstáculo, aparecieron los demás, Bardo al final.

En este punto hay que hacer algunas pequeñas explicaciones. Todos conocemos la fuerza del idioma, lo útil que es en todos los casos y lo importante que puede llegar a ser en muchos. Incluso para mentir es necesario usar palabras. De modo que no es de extrañar que fuera precisamente una oración, una pregunta más exactamente, lo que cambiaría radicalmente el final programado por los ahora intrusos para esa noche. Cuando estuvieron todos adentro y se disponían a iniciar el registro de la casa, de una de las habitaciones interiores llegó una voz produciendo la pregunta que acabamos de comentar.

—¿Llegaron, pa?

La parálisis que provocó en el grupo esa sucesión de sonidos se puede comparar únicamente con la actividad que siguió casi de inmediato cuando un chico de diez años se apareció por el pasillo. El más alto se asustó. Tal vez demasiado preparado para usar el arma que llevaba. Tal vez tener un 22 corto le pese mucho a un chico de trece años, tal vez un chico de trece años que tiene un 22 corto piensa que así las cosas entre él y el mundo están más parejas. Tal vez no quiso, tal vez sí. Habría que hablar con él pero como aquí nos concentramos en Bardo y no en el más alto no lo sabremos nunca. Pero sí sabemos porque casi lo oímos aunque en los libros los disparos no hagan ruido, que hubo un disparo, un tiro en la noche, un tiro en la vida de un pibe alto de trece años, un tiro en la vida de otro pibe no tan alto de unos diez años. Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)Un tiro seco. Una basura de tiro. Un tiro. El de trece dejó caer el 22 cuando vio que el de diez caía y cuatro de los otros cinco se escaparon y uno de trece miraba a otro de trece parado, al de diez tirado y el 22 en el piso.

El de trece que miraba así era Bardo. Los demás miembros de su grupo habían concluido que lo que había pasado entraba perfectamente en la clasificación de "quilombo" y por lo tanto corrían ya hacia la plaza que quedaba dos cuadras para acá. Al fin, Bardo pudo reaccionar. Levantó el 22 y se lo puso en la cintura. Lo empujó al más alto hacia la puerta y lo mandó a la calle pensando que siempre que hay un tiro hay un policía cerca, cerró la puerta desde adentro y volvió para ver al chico de diez tirado que lo miraba con los ojos abiertos, llenos de un miedo que Bardo no había visto nunca pero que servían para demostrarle que el pibe de diez estaba vivo y que la bala había apenas rozado la pierna.

—No te voy a matar, no te asustes —le dijo Bardo al pibe de diez—. Podés pararte. Tenés apenas un raspón. Vení que te acompaño a la cama.

El chico de diez se dejó guiar por el chico de trece que tenía el 22 en la cintura y se dejó acostar.

—¿Ahora nos vas a robar? —preguntó el chico de diez.

—No, este afano ya fue. ¿Qué hacés vos acá? ¿No tendrías que estar con tus viejos?

—Sí, pero me sentí un poco mal y preferí quedarme. Ya tengo diez años. Puedo quedarme solo.

—Estuviste cerca de sentirte bastante peor. Bueno, me voy —fue lo último que oyó de Bardo el chico de diez.

Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)Hasta aquí llegan los datos de los que tenemos certeza. Lo que nos falta sólo podemos suponerlo, pero teniendo en cuenta que hasta este punto hemos seguido la historia con razonable credibilidad es pensable que ahora que nos acercamos al desenlace no cometeremos errores groseros. Sabemos que un vecino vio entrar a los chicos porque de casualidad estaba mirando para afuera y, si tenía alguna duda, cuando oyó el tiro llamó a la policía. Cuando Bardo vio los coches, los uniformes que corrían detrás de los autos, los ruidos en los techos, supo que allí se terminaba la noche y que tal vez su madre tendría una visita más que hacer y que malditas las dos cuadras para acá, maldita la pizzería, maldito el 22 y maldito el pibe de diez que eligió justo esa noche para sentirse un poco mal. "¿En qué me equivoqué?", parece que pensó cuando giró el picaporte con cuidado y se llevaba las manos a la nuca

Pobrechico: Una obra de esteban valentino

Pobrechico

Conozco a Pobrechico desde que nació. Al principio no podía ni tocarlo. Mi mamá me había dicho que había que tener mucho cuidado porque esto y porque lo otro. Yo no entendía ni medio lo que me decía mi mamá y quería tocarlo. Ni siquiera me dejaban acercarme a verlo. Yo me enojaba mucho porque había guardado algunas cosas para él y como me dijeron que iba a tener que esperar un poco para dárselas ahora había que encontrarles un lugar para que no se perdieran, al menos hasta que Pobrechico dejara la pieza esa toda oscura. Pero ¿dónde se pueden guardar un caracol y seis bichos bolita? Dibujo de  O'KifAhora, la verdad, ¿qué mal le podían hacer un caracol y seis bichos bolita? Ninguno. Caminarle por arriba un poquito. Y eso si no se los toca, porque en cuanto uno les muestra el dedo los caracoles se meten para adentro y los bichos bolita se enroscan y ya no se les ven más las patas. Está bien que se iban a traer un poco de sol del jardín y mamá no quiere saber nada con sacarlo afuera. Ni que le prenda la lámpara me deja la abuela.

Qué manía ésa de la luz. Como si algo tan lindo pudiera lastimar a alguien. Yo miro a cada rato el velador de mi pieza. Cierro un poco los ojos para que un solo rayo se me venga a la cabeza y entonces pienso que esoy cargando mis superpoderes. Después voy al patio y me tiro de la higuera y a veces me lastino el pie pero la culpa es de la higuera no del velador. Yo a Pobrechico le prohibiría que subiera a la higuera, que sí es peligrosa y más para él que no la conoce y en una de ésas se cree que todas las ramas pueden sostenerlo. A menos que yo esté con él para poder decirle dónde poner el pie y dónde no. Pero le abriría la ventana porque el sol es bueno, no como la higuera que a veces lastima los pies.

Dibujo de O'KifCon mi mamá no puedo hablar de estas cosas porque está la mayor parte del día encerrada en la pieza oscura con Pobrechico y mi papá apenas llega también se mete allí y yo me tengo que quedar aufera con mi aubela que se la pasa respirando fuerte. Yo entonces me acerco y le tiro de la pollera para que me escuche.

—Abu ¿y si vamos cuando papá no está y mamá duerme y le abrimos la ventana y lo llevamos al patio y yo le enseño a subir a la higuera?

Pero la abuela me revuelve el pelo que después va a ser un lío peinarme y no me dice nada. Como no quiero que siga me voy a jugar con el camión nuevo para cargar al caracol y los bichos bolita así los saco un poco del frasco con agujeros donde los metí porque estar todo el día dentro de un frasco debe ser aburrido y en el camión no tanto porque al menos pasean y se distraen. Se nota que les gusta. Cuando los vuelvo a meter en el frasco pareciera que les da rabia.

Ahora, lo que me da más bronca son las visitas. La señora de enfrente, por ejemplo, que cada vez que viene no hace más que nombrarlo a Pobrechico y mirarla raro a mi mamá. Se aparece todos los días y meta tomar mate con mi abuela y mirar raro para la puerta de la pieza oscura.

O mi tío Eduardo que antes siempre jugaba conmigo a la pelota y que ahora apenas si me tira unos tiritos al arco tan despacito que me los atajo a todos sin problemas y cuando le protesto me dice que lo que pasa es que si patea fuerte hace mucho ruido y se puede despertar Pobrechico. Yo entonces me voy a la higuera y mi tío Eduardo se mete en casa respirando fuerte. Una vez le pedí a mi mamá que lo sacáramos al patio para que me viera atajar los pelotazos del tío Eduardo pero mi mamá me miró raro también, como la vecina de enfrente cuando la mira a ella. ¿Será que el viento le hace peor que el sol y yo como no entiendo digo cosas así, peligrosas? Yo no sé, pero cuando sea grande voy a inventar paredes que dejen pasar la parte sana del viento y todo el sol, así Pobrechico puede salir al patio sin que mi mamá me mire como la vecina de enfrente.

Dibujo de  O'Kif

Todo siguió más o menos igual. Mi mamá y mi papá encerrados, mi tío sin patearme y mi abuela dale que dale a la respiración. Hasta que fui al almacén y llegué justo que estaban hablando de él. Dibujo  de O'KifMe di cuenta cuando lo nombraron. La almacenera le decía a una señora gorda que con la cola me tapaba todo que Pobrechico haber nacido así y la señora gorda que me tapaba decía que pobre la familia y yo que estaba apurado con mi botella de agua mineral y mis cien gramos de queso de máquina supe que me necesitaba y era como si me llamara. Dejé la bolsa y salí corriendo porque el agua mineral y el queso podían esperar pero él no. La abu estaba en la cocina, mi papá todavía no había llegado y mi mamá cambiaba de lugar los adornos del comedor. Vía libre. Dibujo de  O'KifAbrí de a poquito la puerta de su pieza, entré sin hacer ruido y me acerqué lo más despacio que pude hasta el moisés. Me acostumbré en seguida a la oscuridad y al fin lo pude ver. Estaba despierto, mirándome, y me sonrió y yo no me pude aguantar más. Fui corriendo hasta la ventana, la abrí entera y volví para verlo bien. Ahora cerraba los ojos porque claro el sol con tan poca costumbre que tenía le molestaba. Para que no se pusiera a llorar lo levanté y me senté con él en el piso. Estuvimos allí lo más panchos y Pobrechico recontento y yo estaba tan distraído que no me di cuenta de que mamá y papá me miraban desde la puerta y di vuelta la cabeza para ver la ventana abierta y menos mal que el caracol y los bichos bolita ya se había metido en el moisés pero al sol no había cómo esconderlo dando vueltas por toda la pieza y mamá y papá miraban con cara de tontos lo lindo que estaba Pobrechico y ellos pobres no se habían dado cuenta con la ventana cerrada y el sol afuera.

Resumen "Todos los soles mienten"


Todos Los Soles Mienten, escrita por Esteban Valentino.

Una ciudad, un grupo de adolescentes, un sol que se apaga, todo se congela y la vida esta por ser destruida es lo que ocurre en esta novela. Este grupo de chicos, en su afán por salvarse del apagón del sol se dirigen hacia una cueva o "El Santuario" donde se dice que allí dentro se hallaba una piedra que proporcionaba calor. Se les ocurre reunir suficientes provisiones para encerrarse en dicha cueva junto con la piedra para sobrevivir durante los años que puedan. El sol agoniza por la culpa de un político, llamado Abelardo A. Dicho político tiende una trampa a dos de los chicos y los encierra en un edificio en las afueras de la ciudad. Estos dos chicos, Eduardo E. y Rogelio R. son ayudados afortunadamente por sus amigos aunque pidiéndoles ayuda a los Yalowahe. Estos a cambio piden 2 lugares en la cueva; trato hecho. Lamentablemente Rogelio R. muere, causa por la cuales sus amigos quieren venganza. Eduardo les pide a sus amigos que se adelanten en su camino a la cueva y que el luego los alcanzará, el propósito de esto es que luego Eduardo E. le pega un tiro a Abelardo A. Los chicos vieron a lo lejos a Eduardo E. y no querían entrar al Santuario sin su compañero. Justamente por esto sus amigos se quedan haciéndoles compañía.
La cueva, en el lugar de los 11 chicos es ocupada por 4 Yalowahes y por un científico llamado Fabricius. Los 11 compañeros que quedaron se quedaron en las afueras de la ciudad, mientras el mundo se apagaba claro que... sin miedo, ya que no estaban solos, sino rodeados de sus seres queridos...

Biografia Esteban Valentino

Esteban Valentino nació el 11 de diciembre de 1956 en Castelar, provincia de Buenos Aires.

Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires donde se especializó en Literaturas americanas y argentina. También es periodista y Profesor Universitario y Licenciado en Letras. Trabajó durante mucho tiempo en algunos medios, como La revista del consumidor y el diario Unomásuno, de México; y Somos, Para Ti, Semanario, Noticias, El Diario del Neuquén, SOS Vida, de Argentina.

comunion
licenciado

Ganó premios como poeta, entre ellos el Premio Nacional de Poesía joven en 1983 y el Premio Alfonsina Storni en 1988. Fue a través de la poesía como Esteban se acercó a la literatura para chicos y jóvenes.

Su primera historia para chicos fue una poesía a la bandera que se llamó “Si yo hiciera mi bandera” y que fue publicada en 1987.

En 1995 recibió el Primer Premio Amnesty International “Te cuento tus derechos” por el cuento “Pobrechico”. Al año siguiente su libro Caperucita Roja II fue considerado entre los mejores del año por ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina). La misma Asociación le otorgó ese galardón en 1998 a su libro A veces la Sombra y en 2001 a “Un desierto lleno de gente”.

Muchos de sus libros se han publicado también en otros países como Puerto Rico, México y España.

Además de escribir, Esteban da clases en escuelas de nivel medio.

Sus historias se ocupan de mucho de lo que nos pasa, de lo que sentimos y de lo que pensamos. Así, la dictadura militar argentina, la pobreza, la violencia familiar, la solidaridad, el amor, la situación por la que atraviesan aquellos que son vistos como diferentes, son algunos de los temas que encontramos en sus libros.


PREMIOS Y DISTINCIONES

  • Premio Cobertura Periodística del Año. México, D.F., para el diario Unomasuno, 1982.
  • Primer Premio Nacional de Poesía para Autores Inéditos (Sociedad Argentina de Escritores). Buenos Aires, 1983.
  • Tercer y Cuarto Premio de Poesía Centenario Ciudad de Morón (Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Morón). Morón, provincia de Buenos Aires, 1984.
  • Premio Alfonsina Storni (Universidad Nacional del Comahue), 1988.
  • Premio Poesía SADE-ACER. Centenario, provincia de Neuquén, 1991.
  • Primer Premio Amnesty Intenational "Te cuento tus derechos".
  • Caperucita roja II, fue destacado por ALIJA y recibió l premio Fantasía en 1995.
  • Premio Fantasía Infantil, otorgado por la Fundación FERT. Buenos Aires, 1996.
  • Premio Lista de Honor de ALIJA, otorgado por la Asociación Argentina de Literatura Infantil y Juvenil. Buenos Aires, 1996.
  • Premio Fantasía Infantil. Buenos Aires, 1998.
  • Premio Lista de Honor de ALIJA. Buenos Aires, 1999.
  • Premio Cuadro de Honor Literatura Juvenil. San Miguel de Tucumán, 1998.
  • Sin los ojos fue finalista del Premio SM en España en 1996, 1997 y 1998.
  • Premio Cuadro de Honor Literatura Juvenil. San Miguel de Tucumán, 1999.
  • El libro Todos los soles mienten, fue elegido entre los tres mejores libros de literatura juvenil del bienio 1999-2000, por la Fundación El Libro. Buenos Aires, 2000.
  • Premio Destacados de ALIJA por Un desierto lleno de gente. Buenos Aires, 2002.
  • Perros de nadie fue destacado como Mejor libro por ALIJA en 2004.