lunes, 6 de septiembre de 2010

¿En donde viene la gente rota? de Esteban Valentino

¿En dónde vive la gente rota?


Yo les pregunto a mis dos canarios:
¿en dónde viven los solitarios?

Yo le pregunto al grano de alpiste
¿en dónde vive la gente triste?

Yo les pregunto a los largavistas
¿en dónde viven los egoístas?

¿en dónde viven los que no quieren,
los apurados, los que no pueden?

Yo les pregunto a los que más pesan:
¿en dónde viven los que no besan?

¿en dónde viven, decime brisa,
los que odian a la risa?

en fin mi duda grande, grandota:
¿en dónde come, en dónde juega,
en dónde vive la gente rota?

Posteado por Juan Aiello

Una piedra y una risa de Esteban Valentino

Una piedra y una risa


Yo miraba al viejo Candelmo como para descubrirle la mentira pero no había caso. En esos Ojos de viejo yo le veía los años acumulados en las arrugas, el cansancio de tantas cosas que habrían visto y encima le veía la verdad. Pero de mentira ni pío. Así que dejé de investigarlo y me senté a creerle. Y para empezar le pregunté.
Viejo, ¿fue verdad eso que le contó al la semana pasada?
Porque él algo me dijo pero la verdad yo mucha bolilla no le dí. No sé. Me
sonó a verso, vio. A medio imposible.

El viejo me miró sin rabia, sin importarle que un enano de doce años pusiera en duda su propia vida. Se ve que ya estaba algo acostumbrado a que los demás lo vieran raro, como más contador de cuentos que narrador de cosas verdaderas. Pero bueno, estaba con la historia del viejo Candelmo. Decía que me miró como siempre y me dijo.
Pero no sé dónde está lo raro. Le hice tina promesa a las nubes. Ellas me iban a cumplir. Seguro. Y bueh, me largué nomás.
Como yo no entendía ni medio le pedí que me contara todo desde el principio. El viejo Candelmo le pegó una buena chupada al mate amargo que se estaba cebando y empezó. Y no paró hasta el final.
El doctor salió de revisarla a mi Inés, mi nenita menor, y ya por la cara supe que el asunto no venía bien. No hizo falta que me hablara en palabras difíciles para que yo entendiera que si no había un milagro mi nena nos iba a dejar. Cuando el doctor se fue me quedé un rato mirando al cielo. Usted no sabe mucho de esto porque es de Buenos Aires y está aquí de vacaciones y además es muy chico pero aquí en Jujuy el cielo es más bien hablador. Uno puede conversar mejor con las nubes cuando alrededor hay tanto silencio. Y las nubes me dijeron; Candelmo, si el doctor quiere un milagro, ¿por qué no se lo das? Y me dije yo que las nubes tenían razón. Así que me fui hasta el ombú ese enorme que tengo allí nomás de la casa y les hablé a las nubes. A ellas le hablé con el corazón para pedirle por mi nena y les dije que para que volviéramos a oír su risa por la casa me iba a ir hasta la piedra más sureña de nuestro país a tocarla. Pero no en micro. Caminando me iba a ir. Aunque tardara un año me iba a ir. Así que a la madrugada guardé algunas ropas en un bolsito. Le di un beso a mi esposa que no se enojó porque sabía de mi intención de tocar aquella piedra tan fría que estaría por lo sureña ¿no?. Y me fui. A Inés no quise verla. Nomás me fui.

El vielo Candelmo paró un poquito como para tomar aire y recordar mejor como seguía todo. A esa altura yo ya no tenía dudas y lo único que quería era que siguiera contando. El viejo tomó otro mate y volvió a lo suyo.
Yo no sabía nada de rutas o viajes porque nunca había salido de aquí, de mi pueblo. Pero sabía que pegándole siempre para, el sur algún día me iba a encontrar con la piedra que tenía que tocar para que Inés pudiera reírse de nuevo. Así que me puse el bolsito al hombro y empecé a caminar. Llegué a Salta, después a Tucumán. Comía lo que podía. A veces hacía algún trabajito como para ganarme uns pesos y tener para comprar algún sánguche, algún queso y volvía a darle. Para el sur, siempre para el sur. Buscando aquella piedra. Cuando llegué a Córdoba me encontré con un hombre que me supo escuchar. Y me dijo que había hecho bien, que si una risa era tan importante como para hacer semejante caminata debía ser porque la risa valía la vena. Yo le aseguré que sí, que era como una cascadita y que sin esa cascadita yo no podría respirar. Era un hombre muy pobre pero igual trajo unos salamines que tenía él secándose y me los dio para que comiera en el camino. En La Pampa ya llevaba tres meses de caminata. Tiré mis zapatillas que ya no daban más y me puse el otro par que había puesto en el bolsito. La gente de la Patagonia es más callada que nosotros. Por el frío ¿vio?. Muy acostumbrada a encerrarse en sus casas y al final hablan poco porque hablar es una forma de salir afuera. Pero sí saben escuchar. Y eso es importante. Cuando sabían de Inés me hacían guisos de cordero que por allá hay mucho y a veces hasta guiso de guanaco que es un poco dulzón pero rico. En Chubut me quedé unos días esquilando ovejas en una estancia y seguí para el sur. Por la piedra ¿Vio? O por la risa, quién sabe.
Yo mucho de geografía no sabia pero sí conocía lo suficiente como para saber que la historia se acercaba, como el viejo, al final. Otro mate. Y otra vez a la ruta.
Santa Cruz es casi como un país. Así de grande me pareció. No se terminaba nunca. Por fin llegué al agua. Había que cruzar para ir a Tierra del Fuego. El dueño de un barco me creyó y se ofreció a cruzarme a y cambio de mi trabajo. Le dije que sí porque hacía como seis meses que me había ido y quien sabe si una risa en peligro dura tanto. Cosa rara. Tanta gente que me encontré y casi todos me creyeron. Nadie me pensó con la mentira. Será que cuando uno habla pensando en una risa chiquita que necesita ayuda no deja la duda en los otros ¿no?. Crucé en barco y en Tierra del Fuego hice lo mismo que siempre. Al sur, siempre al sur. Un par de semanas más tarde empecé a preguntar porque me sentía cerca de la piedra. Y un arriero de por allá me dijo que durmieramos esa noche junto a su rebaño que al otro día me llevaría hasta la piedra, que era grande y que estaba también cerca de otra agua. Nos despertamos temprano y a eso del mediodía vimos la piedra. No necesité que el hombre me dijera nada. Yo sabía que esa era la roca. Me acerqué despacito, con respeto claro. Me paré delante de ella y así le hablé: Piedra, le dije, crucé el país para tocarte, para que una risa que yo no quiero que se acabe antes que la mía siga sonando en mi casa. Ahora te voy a tocar. Y entonces puse la mano sobre ella.
El viejo se calló. Era claro que había terminado aunque yo no esperaba un final tan de golpe. Viejo dijo una voz de mujer desde la casa-. Véngase para adentro que ya está haciendo frío.
Ya voy, Inés, ya voy respondió el viejo Candelmo levantándose con esfuerzo . Me cuida como si fuera un chico.
Me guiñó un ojo como despedida, me despeinó un poco con la mano y se metió caminando lento arrastrando los pies, dando con cuidado cada paso.

Subido por Juan Aiello

Entrevista a esteban Valentino

Esteban Valentino: Hola a todos, soy Esteban.

Chicos: Nos da mucha alegría poder hablar con usted.
Es un gusto estar hablando con usted.

Chicos: ¿Lo podemos tutear?
Esteban Valentino: Sí, claro que me pueden tutear.

Chicos: ¿Quién es Susana?
Esteban Valentino: Susana es mi esposa y es un sueño.

Chicos: ¿A su mujer le gustan sus libros?
Esteban Valentino: Sí, además es mi primera lectora.

Chicos: ¿Quiénes son Beto, Lautaro y Lisandro?
Esteban Valentino: Beto es mi hermano, Lautaro y Lisandro son dos de mis hijos. Claudia, la tercera, tiene la dedicatoria en otro libro.
Chicos: Sí, los leímos en las dedicatorias.

Chicos: Cuando estabas en México, ¿qué extrañabas de la Argentina?
Esteban Valentino: Lo que más extrañaba era no tener que explicar nada. Una vez un amigo me dijo que uno está en la propia tierra cuando no tiene que decir lo que es el dulce de leche. Y tiene razón. Cuando se tiene que explicar tanto como es uno, empieza a hinchar bastante.

Chicos: ¿Qué tipo de música de gusta?
Esteban Valentino: En general, muy variada. Ayer escuché “The Wall”, de Pink Floyd y me volvió a parecer maravillosa. La música latinoamerciana, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa. Serrat y, sobre, todo Sabina.

Chicos: ¿A qué edad supiste que querías ser escritor?
Esteban Valentino: Desde muy chico supe que quería ser escritor. A los once años escribí mi primer poema y ya no paré. Durante años escribí al menos alguna cosa por día. Era mucho más de profesional que ahora.

Chicos: ¿Cuántos años tenias cuando empezaste la carrera de ser escritor?
Esteban Valentino: Mi primer poema lo escribí a los 11 años.

Chicos: De no haber sido escritor, ¿qué hubieras sido?
Esteban Valentino: De no haber sido escritor tal vez hubiera sido jugador de fútbol porque jugaba muy bien de chico e incluso me quisieron llevar de chico a un club de primera pero yo no quise porque quería ser escritor.

Chicos: ¿Cómo reaccionaron tus padres al saber que querías ser escritor?
Esteban Valentino: La verdad, mis viejos no se opusieron. Les pareció bien y nunca me pusieron trabas. Además, no es que yo para ser escritor tenía que dejar de estudiar como si hubiera elegido yo que sé, futbolista. Podía hacer las dos cosas.

Chicos: ¿Dónde estudiaste para ser escritor? Yo quisiera saber si tengo posibilidades...
Esteban Valentino: Eso no se estudia, claro que leer mucho y tener una base de sintaxis ayuda. Pero tus "posibilidades" las vas a ir conociendo a medida que simplemente escribas.

Chicos: ¿Qué sentiste en el momento que fue editado tu primer libro?
Esteban Valentino: Mi primer libro fue “El hombre que creía en la luna”. Fue una de las alegrías más grandes de mi vida. Desde chico que yo quería ser escritor. Ver cumplido ese sueño fue como llegar no sé muy bien a dónde, pero seguro a un lugar muy importante. Me hacían sentir hasta lindo.

Chicos: ¿Cuál es la novela que tuvo más éxito?
Esteban Valentino: Las novelas de más éxitos fueron “El hombre que creía en la luna”, “Todos los soles mientes” y “A veces la sombra”. Las tres andarán por la décima edición.

Chicos: ¿Cuál es la novela que menos éxito tuvo?
Esteban Valentino: Aunque te parezca raro, la más premiada. "Perros...” Ganó de todo, pero en venta tuvo poco éxito. Ahora que la tome SM creo que le irá mejor. También el éxito de una novela depende de la estructura comercial de la editorial que la tome.

Chicos: ¿Cuál fue el libro más atrapante para vos en el momento de escribirlo?
Esteban Valentino: Sin duda, “Todos los soles mienten”. Me llevó 4 años y estoy enamorado de ese libro, como lo estuve al hacerlo.

Chicos: De los libros que escribiste, ¿cuál es el que más le gusta y por qué?
Esteban Valentino: El libro que más me gusta de los míos es “Todos los soles mienten”. No creo que sea el mejor. Creo que “Perros de nadie” y “A veces la sombra” son mis mejores libros, pero ese es el que más amo porque me parece que es el que más tiene que ver conmigo.

Chicos: ¿Por qué tiene tanto que ver con usted “Todos los soles mienten”?
Esteban Valentino: Porque las cosas que les pasan a los chicos son los que me pasan a mí por el alma. Ese libro tiene mi tristeza

Chicos: Conozco dos cuentos tuyos que leí en la clase de Lengua: “Perros de Nadie” y “No dejes que una bomba...” ¿Qué te inspiró a hacerlos?
Esteban Valentino: Los dos tienen algún elemento autobiográfico. "Perros..." está inspirado en varios de mis alumnos. Yo doy clases de literatura en escuelas de riesgo y de allí saqué la idea de la vida de dos chicos de la calle. En cuanto al otro, la parte de la fiesta me pasó a mí de pibe.

Chicos: ¿Por qué elegiste escribir "Perros de Nadie" con tantos anonimatos?
Esteban Valentino: Escribí “Perros...” porque simplemente no puedo escribir de otra cosa. Ya dije alguna vez que si escribiera cosas más, digamos, amables tal vez vendería más, pero no me sale. Me siento a escribir y me salen cosas oscuras. No sé, debo ser algo tristón.

Chicos: ¿Te interesa mucho escribir acerca de chicos de la calle y de villas como sucede en "Perros de Nadie"?
Esteban Valentino: “Perros...” fue una novela muy importante para mí. Me sirvió para mostrar un mundo con el que estaba en contacto desde hacía rato y decir lo que quería decir sobre él. Fue un libro que me costó mucho publicar porque las editoriales al principio no lo querían. Ahora que ganó todo lo que ganó, me lo pidieron varias. En principio irá por SM.

Chicos: ¿Por qué “Pobrechico” está basado en los chicos con síndrome de down?
Esteban Valentino: Mi sobrino Adrián tiene síndrome de down y basado en ese historia escribí el cuento.
Chicos: Mi hermana tiene síndrome de down, ¿cuál es su libro que se basa en los chicos con ese problema?
Esteban Valentino: No es un libro, es un cuento, “Pobrechico”, que está en “Pahicaplapa”, de Sudamericana. Y no lo vivas como un problema.
Chicos: Mi hermana es lo más lindo que tengo y me encantaría que miles de personas como usted pudieran entender que no es un problema. La amo y no la cambiaría por nada. Ojalá todos piensen como usted y no haya tanta discriminación. Si al menos pudiesen conocer lo maravillosos que son, no hablarían así.

Chicos: ¿Por qué escribiste “El mono que piensa”? ¿Por qué no la continuación del mismo?
Esteban Valentino: “El mono que piensa” lo escribí porque necesitaba un poco de humor luego de varios libros muy terribles que había escrito. La continuación, la versión de la historia argentina sale el año que viene.

Chicos: ¿Vos sos el protagonista de “No dejes que una bomba...” o tenés algo que ver con la historia?
Esteban Valentino: Sí, soy el protagonista de la parte de la fiesta, pero lo de Malvinas está inventado.
Chicos: Muchas gracias. Me interesaba saberlo porque me gustaba mucho la historia.
Chicos: ¿Te pasó lo de la fiesta? y terminó así? ¿te pusiste de novio con esa chica? ¿Cómo se llamaba?
Esteban Valentino: No, es lo inventé para no aparecer como tan nabo. Me puse tan nervioso que no le pedí ni siquiera el teléfono. Una chica lindísima que había pateado a todos los lindos me invita a bailar y yo ni siquiera le pido el teléfono. No puedo ser tan pavo.

Chicos: Me gustó el de “Perros de Nadie”, ¿tenés otro parecido?
Esteban Valentino: “La Soga” está basado en temas de nuestra historia. Trata sobre un hijo de desaparecidos que fue criado como hijo por el asesino de su madre. Es lo más cercano que se me ocurre. También “Todos los soles mienten” tiene cosas que te pueden interesar.

Chicos: ¿Sólo en "No dejes que una bomba dañe el clavel de la bandeja” utiliza flashback o raconto?
Esteban Valentino: No, utilizo en raconto casi en todos mis libros. Es una técnica a la que recurro a menudo.

Chicos: ¿Tenés algún recurso de estilo o algo que lo caracterice en sus libros?
Esteban Valentino: En general se me conoce en este mundo de la literatura juvenil por cierta poética de la prosa. Y dicen también que hago bueno títulos.

Chicos: ¿Con qué frecuencia se dedica a escribir?
Esteban Valentino: Escribo en general por las tardes ya que mi trabajo me ocupa las mañanas de lunes a jueves.

Chicos: ¿Cuáles son los mejores días para escribir una poesía o un cuento, los de lluvia o los de sol, los que esta alegre o triste?
Esteban Valentino: Para mí los mejores días para escribir poesía amorosa son los días de lluvia cuando uno está triste. Eso es casi una regla.

Chicos: ¿A qué escritores argentinos admira o imita? ¿Por qué se inspira en Cortázar?
Esteban Valentino: Creo que todos los escritores argentinos le debemos mucho a Cortázar, sobre todo por eso del lenguaje coloquial, eso de imitar el habla diaria.

Chicos: ¿Escribiste alguna vez un cuento basado en algún hecho clave de su vida?
Esteban Valentino: Si, los cuentos “Los pájaros mudos” y “La buena sangre”, del libro “Un desierto lleno de gente” están basado en hechos claves de mi vida.

Chicos: ¿Por qué te gusta escribir sobre personajes marginados de la sociedad?
Esteban Valentino: Me gusta escribir sobre los marginados por soy un enamorado de los perdedores. Los ganadores me despiertan una especie de antipatía. No sé, será que en el fondo me gusta la derrota.

Chicos: ¿Te interesa saber la opinión de los lectores sobre tus cuentos?
Esteban Valentino: Claro que me interesa la opinión de mis lectores. Pero eso no va a incidir en lo que escriba. Si así fuera escribiría solo cosas como Harry Potter, me llenaría de guita y estaría todo bien. Pero no es lo que quiero.

Chicos: ¿Qué libro recomienda para adolescentes?
Esteban Valentino: Tengo que basarme en mi experiencia. Los clásicos juveniles como Verne o London o Stevenson me parecen fantásticos. Los libros de Tolkien también, Harry Potter me parece una buena puerta de entrada para textos más jugados. Y en Argentina hay una literatura juvenil muy buena. Paula Bomara, Jorge Accame, Sergio Mendez tienen textos para jóvenes fantásticos. La saga de Lilina Bodoc, de los confines en editorial Norma es maravillosa. Y si te referís a libros míos, “Perros de Nadie” y “Todos los soles mienten”.

Chicos: ¿Me podés nombrar un lindo cuento que haya escrito usted para niños de 9 años?
Esteban Valentino: No sé si son lindos pero los cuentos de “Pahicaplapa” y de “Caperucita Roja 2” (en Sudamericana y Colihue respectivamente) son para esa edad.

Chicos: ¿Cuál de tus libros no deberíamos perdernos?
Esteban Valentino: Supongo que no hay libros imperdibles, pero si me lo plantean de esa forma, yo diría que “Todos los soles mienten”, “A veces la Sombra”, “La soga” y “Perros de Nadia” son los más significativos.

Chicos: Leímos la anécdota del pin pon. Nos encantó. ¿Hoy nos recomendás leer “El llamado de la selva” además de algunos de los suyos?
Esteban Valentino: Sí, a mí también me gusta esa anécdota. No estoy muy orgulloso de muchas de las cosas que hice en mi vida, pero de esa sí. Me encantó esa derrota.

Chicos: ¿Por qué nos dice que no está muy orgullosos de algunas cosas que realizó en su vida? Lo que leímos de usted nos pareció muy interesante.
Esteban Valentino: Probablemente, pero realmente hay cosas de las que me arrepiento a que directamente me son indiferentes. Supongo que lo mismo les pasa a todos.

Chicos: ¿Te gusta leer libros de otros autores o sólo los tuyos?
Esteban Valentino: No, claro que lo que más leo son libros de otros autores. Hay muchos libros de otros que amo infinitamente y que me acompañaron toda la vida. “Moby Dick”, “El señor de los anillos”, “El silmarilion”, “La peste”, “Confesiones de un payaso”, etc.

Chicos: ¿Alguna vez tuvo problemas con los derechos de autor?
Esteban Valentino: No, con los derechos de autor del exterior hay algunos líos con la transferencia porque te piden algunos requisitos legales molestos pero nada más.

Chicos: ¿Cuál fue el último libro que usted escribió?
Esteban Valentino: El último libro que escribí fue “Los guerreros de la hierba”, en Alfaguara, sobre una historia del México antiguo.

Chicos: ¿Está escribiendo algún otro libro?
Esteban Valentino: Sí, estoy escribiendo una novela de ciencia ficción que transcurre en una nave espacial y que tiene como eje los miedos humanos.

Chicos: En la novela de ciencia ficción que está escribiendo y que se basa en los miedos humanos, ¿incluye el miedo a la muerte que la mayoría tenemos?
Esteban Valentino: Sí, de hecho, con ese miedo empieza. después se van desarrollado otros.

Chicos: ¿Qué actividades se llevan a cabo en los centros de apoyo comunitarios situados en las villas de Buenos Aires donde trabajás?
Esteban Valentino: No son centros de apoyo, simplemente son escuelas de villa y allí hago lo mismo que en todos lados. Enseño literatura.

Chicos: Si tuvieras que ponerte una meta a largo plazo, ¿cuál sería?
Esteban Valentino: Nada muy importante. Ser feliz. Y en cuanto a la escritura, nada, seguir con los libros que hice hasta ahora. No creo que un destino de gran oración sea importante. A veces hay destino de pronombre que son muy lindos. Con un lindo destino de pronombre me conformo.

ESTEBAN VALENTINO SE DESPIDE...
Bueno, chicos, gracias por su atención. Un beso grande y por allí nos veremos. Chau. Chau.

Esta es una netrevista realizada por los chicos de la fundacion leer y publicada por Facundo Fernandez Kun

La oficina, escrita por Esteban Valentino





Las oficinas son lugares donde hay muchas máquinas y ventanas. Así las define el protagonista de este breve cuento, que desea que las ventanas se cierren y las máquinas se rompan para que, un día, él pueda estar en su casa, junto con su papá y su mamá cuando vuelve de la escuela.




Papá trabaja. Mamá también trabaja. Cuando yo salgo para la escuela ellos salen para un lugar que se llama oficina y que está lleno de ventanas y de máquinas. Esto lo sé porque un día fui a visitar a mamá a la oficina de ella y había un montón de máquinas y un montón de ventanas. A la oficina de mi papá no fui pero parece que no importa mucho porque me dijo mi papá que es igual a la de mi mamá. “Todas las oficinas son iguales”, me dijo cuando le pregunté.

Yo vuelvo a casa del cole a las cinco de la tarde pero mi papá y mi mamá no. Están todavía en las oficinas ésas manejando las máquinas y mirando por las ventanas. Pero está Lucía que siempre me prepara la leche y juega conmigo hasta que llega mi papá. Entonces Lucía se va y mi papá y yo preparamos la comida hasta que llega mamá y comemos. Cuando tenía menos años quería que después jugáramos pero ahora que crecí ya sé que hay que irse a la cama porque mañana hay que levantarse temprano. O sea, ya sé que después de comer tengo que tener sueño.

Pero se ve que todavía debo ser un poco chico porque a veces me quedo mirando el techo un rato largo pensando en lo lindo que sería que mañana las máquinas se rompieran todas juntas y que las ventanas no se pudieran abrir así cuando yo vuelvo del cole Lucía está en su casa y mi mamá y mi papá en la mía.

Publicado por Facundo Fernandez Kun

lunes, 23 de agosto de 2010

Homicidio nocturno

HOMICIDIO NOCTURNO

Era una oscura noche cuando me entere mediante mi hermana de la peor noticia que podía recibir, Martina Ramírez había sido asesinada mediante un disparo en la cabeza. Yo, Daniel Barreda, conocía a Martina desde un par de meses atrás, me la habían presentado como amiga de mi hermana, pero en los últimos días sentíamos algo más que solo amistad.Al enterarme de la horrible noticia me largue a llorar desolladamente contenido por mis parientes y amigos que se encontraban cerca. Unos días después pude superarlo y encender la televisión para conocer noticias del suceso, fue difícil para mí pero necesitaba enterarme de lo sucedido. Al parecer la policía no había podido descifrar quien era el asesino de Martina, ya que no quedaban huellas digitales en la escena ni en el arma con la que se disparo que se encontró al lado de la victima, tampoco quedaron rastros de ADN o pistas, sin mencionar que no tenían idea de quien pudo haberla matado y por que motivo, pero a pesar de eso seguían intentándolo.
Acompañando a mi hermana quien había sido su mejor amiga durante los últimos meses fuimos a la morgue a ver el cuerpo y decidimos ir hasta la escena del crimen para despejarnos algunas dudas. Cuando llegamos notamos al equipo de investigación buscando huellas, decidimos preguntarles si tenían mas datos sobre quien había podido ser el homicida, estos nos dijeron que al parecer Martina conocía al asesino ya que lo dejo entrar por que la puerta no estaba forzada, pero era lo único que habían descifrado.
Días después cambio la carátula desde asesinato a suicidio voluntario, ya que no se encontraron más pistas, y se creía que por estar psicológicamente deprimida se disparó. Esto me enfureció mucho y decidí tratar de convencer al jefe de policía que vuelvan a cambiar la carátula, y al no conseguirlo quise tratar de descubrirlo yo mismo, ya que durante mi vida había leído decenas de libros policiales. Lo primero que hice fue pedirle al oficial de policía que estaba en el caso que me permitiera inspeccionar la escena y los objetos de ella, y por suerte lo conseguí. Inmediatamente fui hasta la casa donde habían encontrado el cuerpo de Martina, me coloque guantes de látex y agarre el arma con la que según la policía, ella se había disparado. Esta era una Smith Wesson del 38, este revolver es muy difícil de conseguir y solo pocos coleccionistas podrían conseguirlo, y por esta razón es extraño que Martina tuviera una. También halle indicios que demostraban que el lavavajillas había sido usado recientemente, mas precisamente con una taza de te, lo que es raro ya que a Martina no le tomaba te.
Salí de ahí tratando de encontrar respuestas a las preguntas que me había formulado, y para ello fui a un vendedor de armas conocido para preguntarle si conocía a alguien que pudiese haberle comprado la Smith Wesson, este me dijo que solo 2 personas en la ciudad podrían llegar a tener este revolver, uno era el millonario dueño de la empresa de televisores que adoraba ese tipo de armas y otro era Julián Casas quien estaba comenzando una colección de armas y esa era una de sus favoritas.
Esas eran mis dos opciones, no creo que el famoso empresario se arriesgaría a perderlo todo, además hacia más de un mes que por cuestiones de negocios se había ido hacia las Bahamas. El otro posible sospechoso era Julián Casas, y como no conocía nada de el fui a preguntarle a mi hermana si lo conocía o si tenia alguna relación con Martina. Ella me dijo que Julián era el ex novio de Martina, pero que cortaron de una forma sin violencia y se seguían viendo como amigos, a partir de ese momento Julián se convirtió en mi principal sospechoso .Luego decidí ver el cadáver de Martita, que en pocos días seria cremado según la petición de su familia. Cuando observe el cadáver note que el orificio que tenía en la cabeza no partencia a la bala del arma que se había encontrado en la escena, ya que esta se destruye al ingresar para provocar más daño, y el proyectil estaba intacto dentro del laboratorio.
Horas después visite a Julián con la excusa de discutir donde serian arrojadas las cenizas de Martina y cambiando el tema logre que me diga por curiosidad si el estuvo con ella ese mismo día, el me dijo que paso por su casa mientras ella recogía el correo y la vio muy deprimida. Luego de la charla lo salude cordialmente y me fui.
Aun quedaban incógnitas, ya que si lo que me dijo Julián es verdad como explicaría la taza de te, ella estuvo con alguien poco tiempo antes de morir, además el arma que se encontró no es la misma que con la que según yo le dispararon. Luego decidí contarle mi historia al jefe del caso
Oficial Carranza - No creo que allá pruebas suficientes para reabrir el caso
Daniel - Pero que me dice de la taza de te, ella no tomaba, estoy seguro que estuvo con alguien que conocía y decidió servirle el te, luego esta persona la asesino y lavo la taza para no dejar huellas
Carranza – Suponiendo que fuera así, ¿quien seria capaz de hacerlo?
Daniel – Creo que Julián tiene motivos suficientes para asesinar a Martina, piénselo acababa de dejarlo y estaba saliendo con migo, el despecho es motivo suficiente
Carranza – A pesar de eso tenían una buena amistad, además por que cree que dejaría su arma en la escena del crimen
Daniel – Pero el arma con la que disparo no es la misma que la que encontraron
Carranza – Es posible, pero ¿por que un coleccionista dejaría una de sus mejores armas?
Daniel – Esa es mi incógnita
Carranza – Es por eso que no se puede reabrir el caso
Daniel - ¿Qué le parece si Julián le llevo 2 armas para mostrárselas a Martina,? la Smith Wesson y otra de quizás menos importancia para el. Pero Martina quiso observar la Smith, lo que hizo que Julián le dispare con el otro revolver. Esto fue algo que no tenia pensado ya que su idea era dispararle con la Wesson para poder levársela después, pero en ese momento no pudo ya que quería hacer parecer un homicidio y el oto revolver ya tenia sus huellas
Carranza – Eso tiene mas sentido. Te agradezco tu contribución Daniel
5 horas después observe en la televisión la noticia de que habían capturado a Julián y que estaría almenos 40 años en prisión

Autor: Alan Cruz

domingo, 22 de agosto de 2010

ASESINATO EN LA VIEJA CASONA

Autor: Alejandro Bestilleiro


Era una noche tormentosa, cuando en la radio de nuestro detective Smith, se escucha un boletín especial. El informativo decía, que el Sr. Thompson, el anciano más rico de la ciudad había sido asesinado misteriosamente.

Smith era una agente de policía retirado, que siempre se caracterizo por su inteligencia superior. Su pasatiempo en estos tiempos, era investigar crímenes extraños.

Al oír la noticia, Smith se dispone a visitar la escena del crimen. Había ocurrido en una vieja casona en las afueras de la ciudad, en el barrio más importante de la zona.

Al llegar al lugar del crimen, encuentra a todos los policías con una expresión desconcertada, sin poder saber lo que había pasado.

En el centro de la habitación, el anciano muerto no presentaba signos de haber sido agredido físicamente, pero sus ojos tenían una expresión de terror que impresionaba.

Smith rápidamente observa la escena con expresión impasible y detecta una galleta casera a medio comer sobre la mesa de luz del anciano. Parecía ser lo último que este había ingerido antes de morir.

Toma una muestra de la evidencia y la lleva a su laboratorio para hacerle un análisis. El resultado fue que la galleta estaba rociada con un potente veneno, sumamente raro, que provoco la muerte del anciano rico.

Smith comienza la investigación interrogando a los vecinos, a los sirvientes y por ultimo a los parientes de la victima. Descubre que el anciano no tenia hijos y sus únicos herederos eran dos sobrinos que lo visitaban a menudo. Arthur y Alice. Ambos estaban junto al cadáver.

Se dispone a investigar a los parientes. La sobrina era una dulce mujer que parecía estar muy triste por la muerte de su tío. Al interrogarla, cuenta que ella cocino las galletas para su tío. La policía se la lleva en custodia y parecía que el caso estaba cerrado, pero Smith aun tenía sus dudas.

Se dispone a interrogar al sobrino. No parecía triste ni acongojado y dijo no haber tenido contacto con su tío desde hacia tiempo, y que había llegado a la casa cuando le avisaron lo ocurrido. Smith, dudando, le pide tomar una muestra de rastros de sus manos ya que ninguno de los sirvientes había declarado haber llamado a Arthur para contarle lo ocurrido

Al analizar las muestras en el laboratorio, encuentra rastros del mismo veneno que mato al anciano Thompson. No obstante, aun tenia dudas, ya que podría ser que Arthur al entrar en contacto con su tío luego de morir, hubiese contaminado sus manos con el veneno.

Dispuesto a descubrir la verdad, Smith comienza a seguir al sobrino durante unos días.

Una mañana, lo siguió hasta una fábrica abandonada en las afueras de la ciudad. Miro por la ventana y diviso lo que parecía ser un laboratorio. Espero a que el sobrino se fuera, y al entrar, se encontró con una gran variedad de distintos venenos que Arthur había estado probando en animales, entre ellos el que había matado a su tío.

Lo persiguió por toda la ciudad hasta que pudo alcanzarlo en la estación de trenes. Allí le dijo:

- Te he descubierto Arthur, en tu laboratorio esta la evidencia del veneno.

Arthur, sabiéndose descubierto, confiesa su crimen.

- Es cierto, yo mate a ese viejo avaro para heredarlo. Mi prima no tiene nada que ver. Ese día entre en la cocina y rocié la galleta con el veneno que había logrado en mi laboratorio. Como el veneno tenia gusto a chocolate, el viejo, que era muy desconfiado, no tuvo de que dudar y se la comió. Luego me escondí para estar seguro de que había muerto.


Arthur termino en la cárcel, y su hermana, ya en libertad, heredo la fortuna de su abuelo.

Otro caso cerrado por el inspector Smith.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Reseña Todos los soles mienten

“Todos los soles mienten” se encuentra en un tiempo futuro, no se sabe cuando. El espacio es indefinido. Es una novela de ciencia ficción y se caracteriza por una falta de futuro.
En la novela, el sol esta muriendo y la ciudad se esta congelando del frió, la muerte es inminente.
La historia de la novela muestra un grupo de adolescentes intentando llevar a cabo un proyecto en el cual “juegan” o intentan ser grandes, tomando decisiones y asignación de roles como gente mayor, preparándose en una caverna para salvarse cuando llegue el frío absoluto. Los mayores están totalmente excluidos de la historia.
Un aspecto muy importante del libro es como los protagonistas asumen por ejemplo aprovisionamiento de comida y bebida para la caverna, se encargan de la seguridad, etc.
Otro aspecto importante es el final de la historia, como eligen morir rodeados de sus seres queridos y compañeros.

martes, 3 de agosto de 2010

El mono que piensa 3 (Historia similar a las de Esteban Valentino)

Era una tarde soleada en el zoológico Nagongo, en la ciudad de Nueva York en Estados unidos, en la jaula de mas espectáculo, un mono llamado Otro, recogió su comida desde su mullida cama de hojas y no balanceándose a otra rama como solían hacer Los Demás. Esta anomalía asombro a los científicos, quienes decidieron investigarlo. Al notar su capacidad de aprender rápidamente fue enviado a la asociación de la Nasa, ya que necesitaban un animal con mayores capacidades para realizar simples movimientos interestelares que pongan en marcha la nave. Luego de unos meses de entrenamiento, la nave llamada Amono 13 fue lanzada a la luna. El cohete logró llegar sin ninguna dificultad al pequeño satélite, pero los problemas ocurrieron unas horas después. La nave fue invadida por una serie de rayos Gamma, de quienes no se tenía mucha información. Al observar esto, la misión fue cancelada y la nave regreso a Tierra.

Los grandes eruditos de la Nasa intentaron descifrar los efectos que podían tener los rayos pero no descubrieron nada. Sin embargo Otro fue aumentando su capacidad cerebral muy rápidamente, y en unos días era tan, o tal vez más inteligente que cualquier ser humano. En este proceso, Otro revivió mentalmente toda su evolución desde aquel mono que descendió del árbol, los antiguos faraones, los grandes gladiadores griegos, los aztecas, el descubrimiento de América hasta el día de hoy. Al descubrir su gran habilidad para pensar, los científicos no quisieron que esto se supiera y encerraron a Otro en una jaula. Claro no hay que ser un genio para saber que un mono con una inteligencia superdesarrollada puede salir fácilmente de una jaula, pero al hacerlo Otro se encontró con el conserje del lugar llamado Esteban, quien en lugar de capturarlo lo ayudo a escapar ya que el consideraba que está mal mantener a los animales en cautiverio y peor aún para investigación científica.

Otro le pidió a Esteban que lo acompañara a ver a otros monos de los alrededores, Esteban accedió. La primera reacción de Otro fue de terror, ya que vio como la selva en la que el había evolucionado se convirtió en algo sumamente artificial y monótono, observo como el pasto se volvió cemento, como los árboles se transformaron en edificios, y mas que nada se dio cuenta como todos esas adorables y peludas criaturas se convirtieron en esos horribles primates afeitados.

Esteban le mostró el circo, donde observó como maltrataban a los chimpancés arrojándolos desde un cañón y haciéndolos atravesar aros en llamas, pero su enojo aumento cuando se dio cuenta que esos horribles primates afeitados celebraban y se reían de lo que le hacían a los monos. Luego fue al zoológico donde vio la triste cara de los orangutanes encerrados sin poder salir y alejados de su hábitat. Esto los indignó mucho, y decidieron hacer algo.

Otro- ¿Y si te postulas para presidente?

Esteban- ¿Qué? Es muy difícil eso.

Otro - Entonces probá saliendo en la televisión, de esa forma le llegaría el mensaje a las personas.

Esteban- Para vos es fácil decirlo, pero no todos tienen las agallas para eso.

Otro - ¿y si…

Esteban- ¿Ahora que me vas a decir que escriba un libro?

Otro - Eh, no es mala idea.

Esteban- Pero pensá algo realista, no digas tonterías.

Otro - No es una tontería, yo podría escribirlo, el único problema es que tiene que llevar tu nombre, no esta bien visto que un mono escriba un libro.

Esteban- Bueno, de esa manera si es una buena idea.

Un mes después salio un libro que tuvo el récord de ventas desde Blancanieves y los 7 enanitos, el libro se tituló EL MONO QUE PIENSA escrito por Esteban Valentino. En este libro Otro describió la evolución de una forma sencilla y cómica, para que cualquier mente pueda comprenderlo. De este modo considerarían a los monos no como seres inferiores, sino como un igual

domingo, 1 de agosto de 2010

La noche y la lluvia obra de Esteban Valentino

La noche caía sobre los campos como una paliza. En noches como esa, la tormenta es una especie de castigo para la tierra y entonces los animales buscan esconderse donde se pueda. Las víboras y las vizcachas bajo tierra, los pájaros en los huecos de los arboles y los insectos entre los pastos mas anchos. El viento acompaña a la lluvia y todo se hace difícil para el bicherío. Así estaban las cosas cuando los caracoles sintieron que el fin del mundo estaba a un paso de ellos. A la bronca que se había agarrado la naturaleza vaya uno a saber por qué ahora se agregaba ese ruido terrible que se acercaba como una prueba de matemáticas y esas hierbas que se iban abriendo bajo un peso terrible. Y entonces lo vieron. Delante de ellos. Los bichos colorados se apretujaron contra las caparazones de los caracoles, las lombrices trataron de meterse bajo tierra con la rapidez de...bah de una lombriz y las vaquitas de San Antonio se disfrazaron de lunar de las plantas para que nadie las notara.

Un gigante.

Bueno. Un gigante, lo que se dice un gigante...-.No, no era. Pero ¿ustedes vieron alguna vez un caracol, un bicho colorado, una lombriz o una vaquita de San Antonio? Claro, para ellos cualquier cosa es un gigante. Hasta Renato, que es el que había llegado a la mata que les servia de refugio a tanto bicho. Y Renato tiene siete años. Es decir, está bastante lejos de ser un tipo grandote. Ni siquiera es demasiado alto..Pero algo no debía andar muy bien que digamos porque al agua de la lluvia se le agregaba otra que le caía por la cara y que no tenia ni medio que ver con las nubes. Pero Renato era un pibe valiente. Así que se sentó en el suelo todo mojado y después de mucho mirar para abajo pudo decir.

- Estoy perdido.

Y repitió dándole un golpe a la tierra.

- Pucha, estoy perdido.

Se sabe que los insectos no conocen mucho de humanos. Ya con eso de confundir a Renato con un gigante se pueden dar una idea de lo despistados que andaban en ese tema. Pero de lágrimas y de tristeza si sabían bastante porque parece que la pena de un caracolito no tiene mucha diferencia con la pena de un nene y el miedo a los truenos de una lombriz chiquita se parece bastante a lo que les pasa a las nenas cuando el mundo se viene abajo. Pero no hicieron nada porque los caracoles, los bichos colorados, las lombrices y sobre todo las vaquitas de San Antonio se toman su tiempo antes de mover una pata (salvo las lombrices, que no tienen patas pero que igual se toman su tiempo).

Se ve que Renato estaba perdido desde hacia bastante porque no aguantó mucho más con su rabia y su agua de los ojos. Buscó un árbol con hojas anchas y se acomodó abajo para mojarse lo menos posible. El sueño y esta cosa que tienen los pibes de dormirse en los lugares más increíbles hicieron el resto.

A los cinco minutos Renato roncaba como si estuviera al lado de una chimenea. Las primeras en actuar fueron las lombrices, que empezaron a hacer una zanja alrededor del cuerpo de Renato para que el agua no le llegara. Después los caracoles llenaron la zanja de baba para que al agua resbalara bien y no lo mojara. Los bichos colorados lo picaron por todas las piernas porque habían oído a un cazador que las picaduras activan la circulación y el nene precisaba eso para no tener frío y las vaquitas de San Antonio formaron una gran señal roja para que los papas de Renato se pudieran orientar en la noche.

Cuando a la mañana siguiente un grupo de gente grande lo vio bajo el árbol, Renato estaba empapado hasta la uña del dedo gordo, la zanja y la baba habían ya terminado de rodear su pie derecho y las siete ronchas de las piernas le picaban un montón. Se fue en brazos de los papas que no paraban de acariciarlo y nunca se enteró del enorme trabajo que se tomaron por él una noche unos bichitos perdidos en una mata de pasto.

O sí se entero y por eso cada vez que miraba las ronchas de las piernas se reía.

Y los animalitos jamás supieron que su terrible esfuerzo de casi la mitad de su vida -porque ellos viven apenas un día- no sirvió de nada,

O sí. Siempre lo supieron. Y pensaron que a veces los bichos como la gente (o como los bichos) tienen que hacer cosas así, que no sirven para nada pero que hacen mas linda la vida entre el pasto.

Subido por Alan Cruz

Los pajaros mudos: obra de Esteban Valentino

Con dieciséis años recién cumplidos, el Físico desmentía dos cosas: su edad y su apodo. Tenía la cara de un pibe de trece y cuando le dijeron en el Centro de Estudiantes que tenía que elegir un alias porque en 1975 en Buenos Aires no era saludable andar por allí con su nombre verdadero, él se miró al espejo, tragó aire para inflar el pecho, dobló hacia arriba los brazos con su máximo esfuerzo para hacer nacer dos globitos de morondanga y dijo:

- Con este cuerpo privilegiado sólo pueden llamarme de una manera, el (y remarcó el artículo) Físico. Así que olvídense de Gastón Albiolea. Desde hoy, además de presidente del Centro de Estudiantes de esta escuela de cuarta soy.... ¡el Físico!

Todos se rieron y dijeron que además no estaba mal. Serviría para despistar a los grupos que insistían en correrlos a cadenazos gritándoles de todo pero sobre todo zurdos, mala -por no decir terrible- palabra en esos días. ¿A quién se le ocurriría identificar al número uno del Centro, el desde entonces temible Físico, con ese alfeñique que no llegaba a los 60 kilos y que encima usaba anteojos porque si no, no reconocía a su madre a dos metros?

Todos se rieron y dijeron que además no estaba mal. Todos, hasta Lucía Nievas, que aprovechó para pensar que si se le sacaban los anteojos y se le desordenaba un poco el pelo, el Físico podía ser bastante pasable.

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El año pasó rápido. Cuarto se pasa siempre rápido. Tal vez eso de ser la víspera del último de secundaria le dé un aire de listo se acabó ya terminamos. Quién sabe. Pero pasa rápido. Cuando uno se quiere acordar ya empezó noviembre y quien dice noviembre dice verano. Las materias no fueron un problema para el Físico. Dos a examen que fueron aprobadas en diciembre: matemática y literatura española. Nada serio. Lucía ni eso. Su pequeño cuerpo de ciento cincuenta y cinco centímetros deliciosamente distribuidos en un exterior de bailarina de cajita de música albergaban el conocimiento desde siempre. Los saberes eran naturales en ella como las bromas en el Físico. No. Las materias no fueron un problema para ninguno de los dos.

El Centro de Estudiantes fue algo más complicado. Las cosas se fueron poniendo cada vez más difíciles y ya cerca de fin de año cualquier actividad era francamente peligrosa. Una noche, bordeando mediados de noviembre, se juntaron en el aula exterior que les habían dado en la escuela para que funcionaran. No faltó ningún delegado de ningún curso. De a uno fueron llegando el Tano, Bocón, Chelo, Gabi, Pili, Lucía (que se negó sistemáticamente a ponerse un apodo alegando que eso era para los chorros y que ellos no le robaban nada a nadie), Alemán, Quijote y Sancho (nombres perfectamente elegidos. Estaban siempre juntos y uno era alto y flaco y el otro era gordo y petiso) y el Che. Al final llegó el Físico y empezó la reunión.

Afuera hacía un calor que empezaba a ser pegajoso pese a que la noche se había instalado con autoridad. El Che, vicepresidente del Centro, abrió la charla:

- Esto se volvió bastante fulero. Los grupos de choque de la derecha ya nos dieron varias palizas y nosotros nos estamos quedando casi sin respuestas. A los chicos el trabajo en el Centro cada vez les da más miedo y la verdad que a nuestros viejos también. Para venir aquí yo tuve que mentir en mi casa y decir que iba a una fiesta en lo del Alemán, que no tiene teléfono y no pueden averiguar si es verdad o no. Y encima...

No pudo seguir hablando. Las luces del aula hicieron un leve parpadeo y la claridad se fue para siempre. La mano de Lucía buscó la mano del Físico en las tinieblas y allí él supo que sabía y que ella sabía que él sabía. Pero todo lo que pasó por su mente en ese instante iba a tener que esperar. Después se hablarían. Después, si había tiempo. Cuando vieron a las cinco figuras en sombras que avanzaban por el patio y vieron las siluetas de los palos que cargaban, el Físico no dudó y ordenó salir corriendo por la puerta que daba al campo de deportes. Primero las chicas, después los muchachos, el Físico al final. Mientras corría para dejar atrás los palos y el miedo, él pensó que esa noche ya no la vería a Lucía y que entonces las palabras que había imaginado cuando se quedaron sin luz iban a tener que esperar mejor oportunidad para salir al aire. Pero se equivocaba. Cuando llegó a la calle de las vías la vio recortada contra la luz de la luna y se dijo que esperar un corno, esperar un pepino y que además hablar para qué si lo que él menos quería en ese segundo cuando llegó junto a ella y la miró largo largo a los ojos era hablar y así, sin decir agua va ni agua viene le estampó un beso como para hacerle doler. Y ella, cuando pudo separarse y respirar un poco hizo al fin lo que tantas veces había querido hacer: le sacó los anteojos y le desordenó un poco el pelo. Y después pensó que tampoco quería hablar, que ya estaba todo claro como esa luna enorme que los iluminaba y que dos pibes tan flaquitos y petisos como ellos bien podían edificar un amor que tuviera muy poco de flaquito y petiso y quien sabe si tanto de pibe.

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Se sabe. Bah, la historia lo sabe. El año no empezó bien. El 24 de marzo fue el Golpe y Lucía y el Físico tuvieron que acostumbrarse a oír hablar de los plazos del gobierno, de la guerra que vivía el país, de la salvación que llegaría más temprano que tarde. Y sobre todo tuvieron que acostumbrarse a no trabajar más en el Centro de Estudiantes, que la escuela cerró antes de empezar las clases. Lucía y el Físico se dedicaron entonces a prestarse atención a ellos, a construir su historia llena de asombros y descubrimientos, de estupores y dudas. Pero un día supieron que la realidad empezaba a cercarlos y no encontraron la manera de salir corriendo por la puerta que daba al campo de deportes. Sucede. La realidad suele ser más certera que cinco grandotes armados con palos. Pasó así. O sea, pasó que una tarde el Che no llegó a gimnasia.

- Te digo que lo conozco bien, Lucía -decía Gastón, ya recuperado su viejo nombre- y él no se perdería jamás una clase de gimnasia si el profe había prometido un partido. Hoy a la mañana andaba bien, así que enfermo no está. No sé, amor, tengo miedo.

- Bueno, no nos apuremos, que puede estar en cualquier lado. Vos sabés cómo es. En una de esas se fue con Alejandra a vagar por allí.

- Porque sé cómo es me preocupo. Ni Alejandra puede hacer que el Che se pierda un partido. Ojalá que haya pasado lo que decís pero yo siento como algo feo aquí en el estómago.

Lucía no tenía razón. El Físico sí. Dos días después el Ché seguía sin aparecer y ellos empezaban a vivir otra vida. Aunque todavía no lo sabían.

La clase de gimnasia que se había perdido el Che había sido un lunes, el primer lunes de un abril todavía cálido, todavía más fin de verano que comienzo de otoño. El jueves, Lucía y Gastón caminaban tomados de la mano por una calle cercana a la escuela. La hora de la siesta, los camiones llenos de soldados que pasaban a cada rato y el temor habían dejado a la tarde casi sin habitantes. La primera en darse cuenta de que algo no andaba bien fue Lucía. Miró para arriba y no vio ningún pájaro cantando sobre los árboles, ninguna paloma volando cerca de los tejados.

- Gastón, se callaron los pájaros.

- Pero estás vos, amor, que sos más hermosa que todas las aves del mundo, que las gaviotas de todos los océanos, que los papagayos más coloridos de todas las selvas, que las mariposas...

- Tonto... le gritó ella riéndose mientras le tiraba un carterazo suave a la cabeza. Pero esta vez Lucía tenía razón. Lucía y los pájaros. Porque así, jugando a golpearse, a olvidarse del mundo de afuera, a descansar por un segundo del dolor que sentían por la ausencia del Che, no se dieron cuenta del auto grande, blanco, estacionado en la vereda de enfrente, con tres hombres adentro y que arrancó despacito, sin hacer ruido, en cuanto ellos pasaron.

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La luz se reducía a una lamparita mortecina colgando lejana de un techo negro de hollín. Cuando el Físico pudo abrir los ojos notó que le dolía todo el cuerpo y que tenía una mancha de sangre seca justo encima de su ceja izquierda. Se sentó en el pedazo de suelo que le habían reservado, lleno de sobresalto y buscó a Lucía entre los bultos más cercanos que dormían acurrucados sobre sí mismos. Pero allí no había chicas. Recordó entonces que no podía asegurar que los hubieran llevado juntos. Eso lo tranquilizó. Tal vez lo habían traído sólo a él. Una bota parada delante de su línea de visión lo volvió al galpón semioscuro.

- Vos, vení -dijo la bota. El fue.

Lo llevaron por un pasillo todo sucio que parecía interminable hasta algo parecido a una oficina y allí, detrás de algo parecido a un escritorio estaba alguien parecido a un jefe. Dijo que se llamaba simplemente “el Capitán” y que así debería nombrarlo cada vez que se dirigiera a él.

- Pero no, lamento decepcionarte, pero no soy el jefe. Apenas soy el que te va a mandar a....Por ahora a eso. A mandar. Después vamos a ver a dónde te puedo mandar. ¿Así que vos sos el famoso Físico? Gracioso el nombre que te buscaste.

- Señor -empezó a decir Gastón...

- Capitán -lo corrigió el hombre.

- Bueno, Capitán. Yo no creo que sea famoso. Creo que están equivocados.

- No, pibito. Que algo te quede claro desde ahora. Nosotros no nos equivocamos nunca. Vos son el Físico, alias Gastón Albiolea, presidente del Centro de Estudiantes de una escuela que vos mismo definías como de cuarta y que desde hace unos meses sale con Lucía Nievas. Como ves, no estamos equivocados. Ahora andá, volvé a tu pabellón que ya nos vamos a volver a ver. Ah, a partir de ahora sos 179. Cada vez que oigas este número vas a tener que pararte y hacer lo que se te ordene. Olvidate de Gastón, de Físico y de la mar en coche. Lo único que tenés que recordar es ese número, 179. Llévenlo.

Gastón se pudo parar sin que lo agarraran, se acercó a la puerta pero antes de irse quiso sacarse una duda.

- Se....eh...Capitán...

- ¿Qué pasa, 179?

- Lucía.....estaba conmigo...

- Sí. También está aquí. En otra parte.

Recién pudo verla dos semanas más tarde. Las excesivas demostraciones de afecto estaban prohibidas en aquel lugar pero no les importó. Se abrazaron como locos y rodeados por los demás prisioneros para ocultarlos a miradas ajenas se besaron como para que la eternidad se pusiera celosa. También a ella la habían golpeado desde el día aquel de los pájaros pero su cuerpito de ciento cincuenta y cinco centímetros había demostrado ser más enérgico de lo que ella pensaba. Ahora hacía varios días que nadie la tocaba. Habían llegado nuevas prisioneras que requerían toda la atención y además Lucía no era demasiado importante.

- Me preguntaban todo el tiempo por vos, amor. Por vos y por el Centro.

A partir de ese pudieron verse casi todos los días. Empezaron a aprender los códigos de la telaraña. Y supieron que sesión era tortura, que visita era llegada de nuevos prisioneros y sobre todo que traslado era el final, o sea la palabra más temida. Pero también descubrieron que podían engañar a la telaraña y robarse segundos para ellos. En esos momentos sólo se miraban como queriendo entrar por los ojos del otro y dejaban que las manos recorrieran el cuerpo amado sin censura. En esos días sin mañana decidieron fabricarse un porvenir privado, que no tuviera nada que ver con los presagios que venían de la oscuridad que los rodeaba.

- Vamos a tener dos hijos. No, tres -decía él.

- Y vamos a estudiar las carreras que más nos gustan: vos veterinaria y yo bioquímica -decía ella.

- Y vamos a mirarnos así como ahora pero en una casa que va a estar junto al río- decía él.

- Y la casa va a tener un árbol enorme que le dé sombra a todo el jardín, que va a tener el pasto cortadito y una hamaca paraguaya -decía ella.

Así se pasaban horas, creando todas las variantes posibles del futuro que se regalarían en cuanto volvieran a la calle de los pájaros callados.

-Que de paso ya no van a estar nunca más sin cantar decía ella.

Pasó el tiempo.

Y un día fue 29 de junio. Un día como ese, pero hacía 16 años, Lucía Nievas había llegado al mundo. Era su cumpleaños.

Todo el día anterior estuvo Físico rompiéndose la cabeza, buscando un regalo que le revelara a ella todo lo que se le revelaba a él cada vez que tenían sus fiestas de miradas. Cerca de la medianoche tuvo una iluminación. Tomó una hoja blanca, grande, que había encontrado unos días antes y fue pidiendo por todo el galpón, susurrando para que no lo descubrieran, lápices de colores. Después se puso a trabajar. Terminó cuando empezaba la madrugada, hizo un rollo con su obra y lo escondió entre las mantas que le servían de colchón.

A la mañana del 29 el lugar se llenó de revuelo, miedo y presentimientos. Por primera vez desde que estaban allí reunieron a todos los hombres y mujeres, los chicos y chicas que repletaban los galpones. Lucía no podía decirle a nadie que era su cumpleaños y sobre todo no podía decirle a Físico que si a la tarde pudieran estar diez minutos solos, ella sería casi feliz. Estaban en el mismo patio cerrado pero muy lejos uno del otro. El Capitán se paró en un extremo con un micrófono y dijo lo que nadie quería escuchar. Lo dijo corto, seco. Lo dijo sin retorno.

- Lo que sean nombrados preparen sus cosas. Van a tener un traslado.

Y empezó la lista: 26, 37, 141, 145, 146, 147, 164, 172, 179... Físico sintió que las piernas se le caían, que le nacían unas enormes ganas de vomitar y empezó a llorar sin ruido. Pero apoyándose en un tipo grande que lo sostuvo logró seguir de pie, sobre todo cuando se saltearon el número de ella. Se dijo que al menos Lucía volvería a oir sus pájaros cuando dejaran de ser mudos y se dijo que antes de ir hacia la fila de los trasladados tenía algo que hacer. Aunque estaba prohibido, cruzó todo el patio y se instaló delante de las lágrimas de ella, que eran también su homenaje, su despedida más amada, su adiós de los ojos, el rincón de ella que mejor lo iluminaba. Y Físico, alias Gastón Albiolea, le dijo a Lucía Nievas, su niña mujer, antes que los guardias que corrían hacia ellos pudieran impedirlo.

- Haceme dos favores:....

La primera patada lo tiró al piso...

-...viví...

... la siguiente le dobló el estómago a Físico, el presidente del Centro, pero desde el suelo sucio pudo mirarla por última vez a los ojos y decirle el segundo favor que necesitaba que ella le hiciera...

- ....y fijate en mi colchón.

Lucía no paró de mirarlo mientras lo llevaban, sintiendo que adentro se le quemaba la garganta, el estómago, las piernas. Comprendió que en esa mañana de su cumpleaños toda ella se había convertido en una gran herida interminable.

Después dieron la orden para que todos volvieran a sus lugares, a sus mantas tiradas, al escaso territorio que les correspondía en la telaraña. Pero antes de ir a su pabellón, Lucía se escabulló hasta el lugar donde Físico dormía. Y pudo encontrar a través de ese agua persistente que no dejaba de nacerle de sus ojos, un rollo de papel que escondió entre sus ropas para irse hasta su pequeño lugar en el mundo. Esa noche, con sus pupilas más necesitadas de él que nunca, más exigentes de la mirada de Gastón, desenrolló la hoja blanca y grande que Físico había encontrado. Era una especie de cuadro, con una dedicatoria. Arriba decía: para los ojos, que ven por mí, feliz cumpleaños, Físico.

Y abajo estaba el dibujo de un árbol enorme, que llenaba de sombra a todo un jardín con pasto cortado y una hamaca paraguaya y en las ramas más altas del árbol varios pájaros que estaban unidos con líneas a una inscripción, sólo tres palabras, sólo trece letras garabateadas con lápiz negro: estos sí cantan.

Crítica: Todos los soles mienten

Todos los soles mienten, del autor Esteban Valentino, Trata sobre un futuro en el que el sol se está apagando, la gente muere de frío y una plaga de ratas invade la ciudad. En el medio de todo el caos, 12 amigos adolescentes luchan el dia a dia para vivir un poco más, y entenderse a ellos mismos, en el medio de una gran confusión, que incluye a la familia, el amor y la vida (A los jovenes de 14 años en adelante se los obligaba a combatir a la plaga de ratas a la simple fuerza de garrote y con la ayuda de liquidos atontadores). Un dia, uno de ellos, persiguiendo a un gran jefe se encuentra con una cueva donde se mantenía el calor debido a una gran roca. Los jóvenes deciden elegir a 4 personas para resguardarlas en la cueva, y mantener la humanidad en pie.
Recomiendo este libro porque es una gran historia de ciencia ficción atrapante para grandes y jovenes, en especial para el público adolescente, debido a su contenido y el tema abordado, en este caso, las preocupaciones de un joven típico, como el amor, la familia, la inseguridad que se sufre en esta etapa. Se narra de una forma muy profunda, pero a la vez fácil de entender, ideal para cualquier edad, recomendado para toda la familia. No la denominaría una novela, ya que no esta separada en capítulos, pero si una narración, o una historia. La verdad muy bueno, en especial para cualquier persona que disfrute de la ciencia ficción al mejor estilo Bradbury(Fahrenheit 451) , o un drama del estilo de Alma Maritano(Vaqueros y trenzas, El visitante, Cruzar la calle, etc.)
Se puede observar una forma de separación de los textos un tanto rara, nada frecuente, ya que se divide en :
* Los nombres de los jovenes, que a su vez son un nombre corriente seguido de la primera letra (por ejemplo, Eduardo E o Silvia S).
* Estos eran nuestros sueños: Aquí se describe los sueños de los jovenes, narrados por ellos mismos, pero anonimamente, sin saber quién lo escribía.
* Ellos/Ellas : Aquí se lee acerca de los sentimientos de los varones o las mujeres, pero tambien de una forma anónima

lunes, 19 de julio de 2010

Perros de nadie: Obra de Esteban Valentino

Perros de nadie

Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)

El sol salía sobre la Villa. El lugar no tenía nombre y en general no les parecía mal a los que lo habitaban. Estaba bien el número. Le quitaba categoría de espacio habitable. La Villa era una cifra y a través de ella se distribuían como sombras los seres que la ocupaban. La Villa amanecía también, como el sol, muy temprano. Y amanecía con ruidos, con puertas de madera que se abrían, con motores de camionetas viejas que tosían entre las calles de tierra, con repartos para los almacenes del barrio.

Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)Muchos perros en la Villa. Perros de nadie, de esos que caminan sin otro rumbo que su olfato hacia los cerros de basura que se amontonan en algunas esquinas. Los perros acompañan a la gente, corren a las bicicletas ladrando y hurgan con paciencia y poca suerte. Buscan comida pero nunca sobra mucho. Encontrar algo tampoco garantiza alimento para el día. Antes de poder masticar en paz, el perro afortunado debe defender a punta de colmillo su bocado ante sus compañeros de búsqueda. Sólo después de haber desgarrado un par de pieles ajenas podrá caminar hacia alguna sombra amable y morder a gusto, siempre sin quitar la vista del resto de la jauría. Dicen por allí que el sol sale para todos y tal vez no está mal eso que dicen por allí, pero nadie ignora que si es cierto que menos los muertos todos amanecemos, esos perros de polvo amanecen menos. Perros flacos los de la Villa, desconfiados, ignorantes en caricias, perros feos. Perros.

La Villa sin nombre, la del número, tiene muchas casas de lata y también tiene muchas casas de ladrillo, tiene calles angostas con gente y bicicletas y calles más anchas con gente y algunos autos. Las puertas dan a las calles angostas. Por esas puertas salen la gente y las bicicletas, algunos perros, perros de alguien, baldazos de agua con jabón. Por una de esas puertas sale Bardo todos los días. Hace tiempo tenía nombre y apellido pero a la Villa le gusta alejarse de esos temas de documentos y papeles oficiales. Ahora Bardo es Bardo para todos, hasta para los que lo bautizaron con aquellos nombres de papel. Un pibe. Séptimo grado. Trece años. Bardo.

Por una de esas pueras salió Bardo esa mañana en que el sol se asomaba sobre la villa del número. Bardo caminó hasta la salida del barrio, hasta la avenida, y tomó el colectivo que lo dejaba a dos cuadras de su escuela.

—Un escolar —pidió, y diez centavos más tarde tenía su viaje en la mano.

Bajó donde siempre y caminó. Pero a la escuela la edificaron dos cuadras para allá y Bardo dirigió su cuerpo lleno de guardapolvo dos cuadras para acá. Es decir, Bardo salió de su casa como quien va para clase y ahora parece que cambió de idea. Aunque tal vez él ya tenía decidido caminar para acá y entonces lo que en realidad hizo fue mantener la idea que tenía al salir. ¿Es importante el detalle? Sí, porque sirve para describir a Bardo. Una cosa es que sea un pibe que hoy dice esto y mañana hace aquello y además tampoco es lo mismo que mienta en su casa a que resuelva cambiar de dirección una vez en la calle. Los que lo conocen a Bardo dijeron después, cuando ya había pasado todo, que va al frente y que seguro ya tenía pensado ir para acá cuando salió por aquella puerta de la que hablamos dos párrafos más arriba. Ahora, ¿dónde es acá? O mejor dicho, ¿qué es acá?

Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)Acá es un lugar de reunión, una plaza bastante descuidada, con hamacas rotas y toboganes de tablones podridos, que los chicos más chicos del lugar olvidaron hace rato y que los grandes dejaron reservado como cancha alternativa para picados de fin de semana. Pero ese día es martes, así que no hay ni chicos más chicos ni grandes. Hay algunos pibes de más o menos la edad de Bardo y hay Bardo, que ya llegó.

—¿Alguien trajo fasos? —preguntó.

—Yo, tomá —dijo otro.

Los compañeros de Bardo también tienen nombres que no figuran en el papel pero preferimos que se mantengan anónimos porque no tienen mayor importancia para la historia y porque además estos chicos prefieren que sus nombres no aparezcan publicados. Han aprendido que la ignorancia de los demás es buena para ellos. De modo que siempre que alguno deba actuar habrá que recurrir a palabras como "Otro" (que ya usamos), "Uno más", "El más alto", "El pelado". La reunión ya empezó y aunque todos son alumnos de distintas escuelas de la zona y han resuelto juntarse en horas —deberíamos decir— lectivas, la charla no tiene nada que ver con el mundo académico. El lenguaje usado es complicado para los que no somos miembros del grupo pero parece evidente que están planeando algo alejado de las convenciones legales, tal vez un robo.

—Entonces la cosa es así —decía uno—. La casa va a estar vacía hoy a la noche. Los tipos tienen una fiesta y se van a rajar temprano. A las nueve podemos entrar sin problemas. Afanamos rápido lo que encontramos y nos piramos.

—¿Dónde nos juntamos? —le preguntó otro.

—En la esquina de la pizzería. De allí nos vamos de a dos hasta la casa y nos mandamos. Si hay quilombo nos vemos aquí.

El que habla podría pasar por el líder pero en realiad es apenas el vocero. Quien planeó todo y que ahora no abre la boca porque ya dijo lo que tenía que decir cuando averiguó que esa casa iba a quedar sola por unas horas y armó el proyecto es Bardo. En el momento en que su lugarteniente informa a los demás sobre lo que se va a hacer esa noche, mira a su pequeño ejército y se queda conforme. Ninguno arruga. Tipos de confiar. Pibes hechos. Pibes.

El plan ya fue explicado por ese que nombramos como "Uno". Pero no estarán de más algunas aclaraciones. La idea del grupo es ubicar aparatos electrónicos más o menos llevables como alguna videograbadora, algún discman, pero sobre todo dinero. Tendrán una buena cantidad de tiempo hasta la llegada de los dueños y entonces podrán buscar sin problemas. Conocen los escondites más habituales. Los dueños son parecidos en todos lados. La variante que fue definida como "si hay quilombo" es poco clara pero ya demostró ser efectiva en otras noches similares a la que se acerca. Básicamente consiste en correr por donde se pueda, incluyendo los techos de las casa vecinas, hasta perder de vista a los posibles perseguidores y reencontarse en la plaza en la que todavía están ellos estudiando los últimos detalles y nosotros porque no tenemos más remedio que seguir sus pasos si queremos tener alguna posibilidad de conocer cómo termina esta historia.

Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)

El tiempo pasó como todos los días. El regreso a casa desde un presumible colegio, el almuerzo con el silencio de Bardo que a nadie llamó la atención porque él es un chico más bien callado, los planes de la madre para ir a visitar a su hijo mayor a la cárcel, la tarde caminando por las calles angostas y por las calles anchas de la Villa, un partidito en la cancha de tierra de las vías. Nada distinto de lo habitual. Días parecidos en la Villa, días de siempreafuera.

El encuentro en la pizzería fue apenas el necesario para saberse juntos y saberse todos. Por ahora no había ni para una porción. Después se vería. Después, si todo salía bien. Hicieron el recuento de lo que se necesita para entrar a una casa que no fuera la propia y no faltaba nada. Ya habían analizado la cerradura principal y no ofrecía ninguna dificultad. En ese aspecto el Pelado era un mago, resultado de su aprendizaje con un cerrajero de autos amigo suyo. Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)El más alto, que era también el más grande y el que metía más miedo, era el único armado. Un 22 corto. "Por si acaso", dijo Bardo. Caminaron hasta la casa en grupos de a dos. Lógicamente, los primeros en llegar fueron el Pelado y otro, que no es el mismo "otro" que apareció ya en este relato. Se trata, pues de otro "otro". Luego, cuando el Pelado realizó su trabajo con la eficacia que acostumbraba, es decir, cuando la puerta ya no representaba ningún obstáculo, aparecieron los demás, Bardo al final.

En este punto hay que hacer algunas pequeñas explicaciones. Todos conocemos la fuerza del idioma, lo útil que es en todos los casos y lo importante que puede llegar a ser en muchos. Incluso para mentir es necesario usar palabras. De modo que no es de extrañar que fuera precisamente una oración, una pregunta más exactamente, lo que cambiaría radicalmente el final programado por los ahora intrusos para esa noche. Cuando estuvieron todos adentro y se disponían a iniciar el registro de la casa, de una de las habitaciones interiores llegó una voz produciendo la pregunta que acabamos de comentar.

—¿Llegaron, pa?

La parálisis que provocó en el grupo esa sucesión de sonidos se puede comparar únicamente con la actividad que siguió casi de inmediato cuando un chico de diez años se apareció por el pasillo. El más alto se asustó. Tal vez demasiado preparado para usar el arma que llevaba. Tal vez tener un 22 corto le pese mucho a un chico de trece años, tal vez un chico de trece años que tiene un 22 corto piensa que así las cosas entre él y el mundo están más parejas. Tal vez no quiso, tal vez sí. Habría que hablar con él pero como aquí nos concentramos en Bardo y no en el más alto no lo sabremos nunca. Pero sí sabemos porque casi lo oímos aunque en los libros los disparos no hagan ruido, que hubo un disparo, un tiro en la noche, un tiro en la vida de un pibe alto de trece años, un tiro en la vida de otro pibe no tan alto de unos diez años. Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)Un tiro seco. Una basura de tiro. Un tiro. El de trece dejó caer el 22 cuando vio que el de diez caía y cuatro de los otros cinco se escaparon y uno de trece miraba a otro de trece parado, al de diez tirado y el 22 en el piso.

El de trece que miraba así era Bardo. Los demás miembros de su grupo habían concluido que lo que había pasado entraba perfectamente en la clasificación de "quilombo" y por lo tanto corrían ya hacia la plaza que quedaba dos cuadras para acá. Al fin, Bardo pudo reaccionar. Levantó el 22 y se lo puso en la cintura. Lo empujó al más alto hacia la puerta y lo mandó a la calle pensando que siempre que hay un tiro hay un policía cerca, cerró la puerta desde adentro y volvió para ver al chico de diez tirado que lo miraba con los ojos abiertos, llenos de un miedo que Bardo no había visto nunca pero que servían para demostrarle que el pibe de diez estaba vivo y que la bala había apenas rozado la pierna.

—No te voy a matar, no te asustes —le dijo Bardo al pibe de diez—. Podés pararte. Tenés apenas un raspón. Vení que te acompaño a la cama.

El chico de diez se dejó guiar por el chico de trece que tenía el 22 en la cintura y se dejó acostar.

—¿Ahora nos vas a robar? —preguntó el chico de diez.

—No, este afano ya fue. ¿Qué hacés vos acá? ¿No tendrías que estar con tus viejos?

—Sí, pero me sentí un poco mal y preferí quedarme. Ya tengo diez años. Puedo quedarme solo.

—Estuviste cerca de sentirte bastante peor. Bueno, me voy —fue lo último que oyó de Bardo el chico de diez.

Ilustración de  Sáulor (Oscar Rojas)Hasta aquí llegan los datos de los que tenemos certeza. Lo que nos falta sólo podemos suponerlo, pero teniendo en cuenta que hasta este punto hemos seguido la historia con razonable credibilidad es pensable que ahora que nos acercamos al desenlace no cometeremos errores groseros. Sabemos que un vecino vio entrar a los chicos porque de casualidad estaba mirando para afuera y, si tenía alguna duda, cuando oyó el tiro llamó a la policía. Cuando Bardo vio los coches, los uniformes que corrían detrás de los autos, los ruidos en los techos, supo que allí se terminaba la noche y que tal vez su madre tendría una visita más que hacer y que malditas las dos cuadras para acá, maldita la pizzería, maldito el 22 y maldito el pibe de diez que eligió justo esa noche para sentirse un poco mal. "¿En qué me equivoqué?", parece que pensó cuando giró el picaporte con cuidado y se llevaba las manos a la nuca

Pobrechico: Una obra de esteban valentino

Pobrechico

Conozco a Pobrechico desde que nació. Al principio no podía ni tocarlo. Mi mamá me había dicho que había que tener mucho cuidado porque esto y porque lo otro. Yo no entendía ni medio lo que me decía mi mamá y quería tocarlo. Ni siquiera me dejaban acercarme a verlo. Yo me enojaba mucho porque había guardado algunas cosas para él y como me dijeron que iba a tener que esperar un poco para dárselas ahora había que encontrarles un lugar para que no se perdieran, al menos hasta que Pobrechico dejara la pieza esa toda oscura. Pero ¿dónde se pueden guardar un caracol y seis bichos bolita? Dibujo de  O'KifAhora, la verdad, ¿qué mal le podían hacer un caracol y seis bichos bolita? Ninguno. Caminarle por arriba un poquito. Y eso si no se los toca, porque en cuanto uno les muestra el dedo los caracoles se meten para adentro y los bichos bolita se enroscan y ya no se les ven más las patas. Está bien que se iban a traer un poco de sol del jardín y mamá no quiere saber nada con sacarlo afuera. Ni que le prenda la lámpara me deja la abuela.

Qué manía ésa de la luz. Como si algo tan lindo pudiera lastimar a alguien. Yo miro a cada rato el velador de mi pieza. Cierro un poco los ojos para que un solo rayo se me venga a la cabeza y entonces pienso que esoy cargando mis superpoderes. Después voy al patio y me tiro de la higuera y a veces me lastino el pie pero la culpa es de la higuera no del velador. Yo a Pobrechico le prohibiría que subiera a la higuera, que sí es peligrosa y más para él que no la conoce y en una de ésas se cree que todas las ramas pueden sostenerlo. A menos que yo esté con él para poder decirle dónde poner el pie y dónde no. Pero le abriría la ventana porque el sol es bueno, no como la higuera que a veces lastima los pies.

Dibujo de O'KifCon mi mamá no puedo hablar de estas cosas porque está la mayor parte del día encerrada en la pieza oscura con Pobrechico y mi papá apenas llega también se mete allí y yo me tengo que quedar aufera con mi aubela que se la pasa respirando fuerte. Yo entonces me acerco y le tiro de la pollera para que me escuche.

—Abu ¿y si vamos cuando papá no está y mamá duerme y le abrimos la ventana y lo llevamos al patio y yo le enseño a subir a la higuera?

Pero la abuela me revuelve el pelo que después va a ser un lío peinarme y no me dice nada. Como no quiero que siga me voy a jugar con el camión nuevo para cargar al caracol y los bichos bolita así los saco un poco del frasco con agujeros donde los metí porque estar todo el día dentro de un frasco debe ser aburrido y en el camión no tanto porque al menos pasean y se distraen. Se nota que les gusta. Cuando los vuelvo a meter en el frasco pareciera que les da rabia.

Ahora, lo que me da más bronca son las visitas. La señora de enfrente, por ejemplo, que cada vez que viene no hace más que nombrarlo a Pobrechico y mirarla raro a mi mamá. Se aparece todos los días y meta tomar mate con mi abuela y mirar raro para la puerta de la pieza oscura.

O mi tío Eduardo que antes siempre jugaba conmigo a la pelota y que ahora apenas si me tira unos tiritos al arco tan despacito que me los atajo a todos sin problemas y cuando le protesto me dice que lo que pasa es que si patea fuerte hace mucho ruido y se puede despertar Pobrechico. Yo entonces me voy a la higuera y mi tío Eduardo se mete en casa respirando fuerte. Una vez le pedí a mi mamá que lo sacáramos al patio para que me viera atajar los pelotazos del tío Eduardo pero mi mamá me miró raro también, como la vecina de enfrente cuando la mira a ella. ¿Será que el viento le hace peor que el sol y yo como no entiendo digo cosas así, peligrosas? Yo no sé, pero cuando sea grande voy a inventar paredes que dejen pasar la parte sana del viento y todo el sol, así Pobrechico puede salir al patio sin que mi mamá me mire como la vecina de enfrente.

Dibujo de  O'Kif

Todo siguió más o menos igual. Mi mamá y mi papá encerrados, mi tío sin patearme y mi abuela dale que dale a la respiración. Hasta que fui al almacén y llegué justo que estaban hablando de él. Dibujo  de O'KifMe di cuenta cuando lo nombraron. La almacenera le decía a una señora gorda que con la cola me tapaba todo que Pobrechico haber nacido así y la señora gorda que me tapaba decía que pobre la familia y yo que estaba apurado con mi botella de agua mineral y mis cien gramos de queso de máquina supe que me necesitaba y era como si me llamara. Dejé la bolsa y salí corriendo porque el agua mineral y el queso podían esperar pero él no. La abu estaba en la cocina, mi papá todavía no había llegado y mi mamá cambiaba de lugar los adornos del comedor. Vía libre. Dibujo de  O'KifAbrí de a poquito la puerta de su pieza, entré sin hacer ruido y me acerqué lo más despacio que pude hasta el moisés. Me acostumbré en seguida a la oscuridad y al fin lo pude ver. Estaba despierto, mirándome, y me sonrió y yo no me pude aguantar más. Fui corriendo hasta la ventana, la abrí entera y volví para verlo bien. Ahora cerraba los ojos porque claro el sol con tan poca costumbre que tenía le molestaba. Para que no se pusiera a llorar lo levanté y me senté con él en el piso. Estuvimos allí lo más panchos y Pobrechico recontento y yo estaba tan distraído que no me di cuenta de que mamá y papá me miraban desde la puerta y di vuelta la cabeza para ver la ventana abierta y menos mal que el caracol y los bichos bolita ya se había metido en el moisés pero al sol no había cómo esconderlo dando vueltas por toda la pieza y mamá y papá miraban con cara de tontos lo lindo que estaba Pobrechico y ellos pobres no se habían dado cuenta con la ventana cerrada y el sol afuera.

Resumen "Todos los soles mienten"


Todos Los Soles Mienten, escrita por Esteban Valentino.

Una ciudad, un grupo de adolescentes, un sol que se apaga, todo se congela y la vida esta por ser destruida es lo que ocurre en esta novela. Este grupo de chicos, en su afán por salvarse del apagón del sol se dirigen hacia una cueva o "El Santuario" donde se dice que allí dentro se hallaba una piedra que proporcionaba calor. Se les ocurre reunir suficientes provisiones para encerrarse en dicha cueva junto con la piedra para sobrevivir durante los años que puedan. El sol agoniza por la culpa de un político, llamado Abelardo A. Dicho político tiende una trampa a dos de los chicos y los encierra en un edificio en las afueras de la ciudad. Estos dos chicos, Eduardo E. y Rogelio R. son ayudados afortunadamente por sus amigos aunque pidiéndoles ayuda a los Yalowahe. Estos a cambio piden 2 lugares en la cueva; trato hecho. Lamentablemente Rogelio R. muere, causa por la cuales sus amigos quieren venganza. Eduardo les pide a sus amigos que se adelanten en su camino a la cueva y que el luego los alcanzará, el propósito de esto es que luego Eduardo E. le pega un tiro a Abelardo A. Los chicos vieron a lo lejos a Eduardo E. y no querían entrar al Santuario sin su compañero. Justamente por esto sus amigos se quedan haciéndoles compañía.
La cueva, en el lugar de los 11 chicos es ocupada por 4 Yalowahes y por un científico llamado Fabricius. Los 11 compañeros que quedaron se quedaron en las afueras de la ciudad, mientras el mundo se apagaba claro que... sin miedo, ya que no estaban solos, sino rodeados de sus seres queridos...

Biografia Esteban Valentino

Esteban Valentino nació el 11 de diciembre de 1956 en Castelar, provincia de Buenos Aires.

Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires donde se especializó en Literaturas americanas y argentina. También es periodista y Profesor Universitario y Licenciado en Letras. Trabajó durante mucho tiempo en algunos medios, como La revista del consumidor y el diario Unomásuno, de México; y Somos, Para Ti, Semanario, Noticias, El Diario del Neuquén, SOS Vida, de Argentina.

comunion
licenciado

Ganó premios como poeta, entre ellos el Premio Nacional de Poesía joven en 1983 y el Premio Alfonsina Storni en 1988. Fue a través de la poesía como Esteban se acercó a la literatura para chicos y jóvenes.

Su primera historia para chicos fue una poesía a la bandera que se llamó “Si yo hiciera mi bandera” y que fue publicada en 1987.

En 1995 recibió el Primer Premio Amnesty International “Te cuento tus derechos” por el cuento “Pobrechico”. Al año siguiente su libro Caperucita Roja II fue considerado entre los mejores del año por ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina). La misma Asociación le otorgó ese galardón en 1998 a su libro A veces la Sombra y en 2001 a “Un desierto lleno de gente”.

Muchos de sus libros se han publicado también en otros países como Puerto Rico, México y España.

Además de escribir, Esteban da clases en escuelas de nivel medio.

Sus historias se ocupan de mucho de lo que nos pasa, de lo que sentimos y de lo que pensamos. Así, la dictadura militar argentina, la pobreza, la violencia familiar, la solidaridad, el amor, la situación por la que atraviesan aquellos que son vistos como diferentes, son algunos de los temas que encontramos en sus libros.


PREMIOS Y DISTINCIONES

  • Premio Cobertura Periodística del Año. México, D.F., para el diario Unomasuno, 1982.
  • Primer Premio Nacional de Poesía para Autores Inéditos (Sociedad Argentina de Escritores). Buenos Aires, 1983.
  • Tercer y Cuarto Premio de Poesía Centenario Ciudad de Morón (Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Morón). Morón, provincia de Buenos Aires, 1984.
  • Premio Alfonsina Storni (Universidad Nacional del Comahue), 1988.
  • Premio Poesía SADE-ACER. Centenario, provincia de Neuquén, 1991.
  • Primer Premio Amnesty Intenational "Te cuento tus derechos".
  • Caperucita roja II, fue destacado por ALIJA y recibió l premio Fantasía en 1995.
  • Premio Fantasía Infantil, otorgado por la Fundación FERT. Buenos Aires, 1996.
  • Premio Lista de Honor de ALIJA, otorgado por la Asociación Argentina de Literatura Infantil y Juvenil. Buenos Aires, 1996.
  • Premio Fantasía Infantil. Buenos Aires, 1998.
  • Premio Lista de Honor de ALIJA. Buenos Aires, 1999.
  • Premio Cuadro de Honor Literatura Juvenil. San Miguel de Tucumán, 1998.
  • Sin los ojos fue finalista del Premio SM en España en 1996, 1997 y 1998.
  • Premio Cuadro de Honor Literatura Juvenil. San Miguel de Tucumán, 1999.
  • El libro Todos los soles mienten, fue elegido entre los tres mejores libros de literatura juvenil del bienio 1999-2000, por la Fundación El Libro. Buenos Aires, 2000.
  • Premio Destacados de ALIJA por Un desierto lleno de gente. Buenos Aires, 2002.
  • Perros de nadie fue destacado como Mejor libro por ALIJA en 2004.